Muchas veces nos pasa que después de mucho tiempo no reconozcamos a alguien que hemos conocido. Pero, por más raro que suene, hay una enfermedad que hace que no puedas reconocer ni a tu madre. Esta enfermedad afecta al 2 por ciento de la población mundial, según estudios recientes. Incluso muchas personas lo sufren pero no saben de este trastorno conocido como 'ceguera de rostro'. 

La prosopagnosia es una condición neurológica en la que la parte del cerebro que reconoce rostros no se desarrolla, impidiendo así reconocer a las personas como amigos, familiares, e incluso, muchas veces, hasta el propio reflejo. 

En un principio se pensaba que la causa era un daño cerebral - prosopagnosia adquirida - , pero en estudios recientes se identificó un vínculo genético - prosopagnosia de desarrollo - y aún se desconocen tratamientos específicos, pero se están desarrollando programas de entrenamiento para ayudar a mejorar el reconocimiento facial. 

Evie Prichard cuenta como es convivir con esta condición, y una anécdota que lo resume: "Tenía 19 años cuando me encontré con un chico en una fiesta y le pregunté si conocía a un ex con el que había roto hacía un par de meses. La camisa de colores chillones y el olor a la colonia "One" de Calvin Klein debieron haber sido suficientes para advertirme con quién estaba hablando. Pero por alguna razón, me hicieron pensar que este extraño era un amigo de mi ex, que tal vez había tomado prestadas su camisa y su colonia. Desafortunadamente, en esta como en muchas otras ocasiones, la deducción que acompaña la mayoría de mis interacciones sociales me había fallado: ese chico era mi ex. Solo se había cortado el pelo y afeitado la barba. Y como yo estaba en tacones, nuestra diferencia de altura también había desaparecido. De alguna forma, confundir a mi ex fue un triunfo. Definitivamente desinflé un poco su ego. Pero fue también una de las tantas veces en las que mi ceguera de rostros ha conspirado para hacerme parecer una idiota". 

Pero también a pasado por situaciones muy difíciles como por ejemplo, cuenta que de chica, en su primer día de clases volvió a su casa llorando porque "había ido al baño y no sabía a qué clase regresar porque no reconocía al profesor ni a los alumnos". 

Bromley, un inglés de 67 años, sufre de prosopagnosia desde hace 11 años y cuenta que descubrió su enfermedad luego de ir a un reencuentro de amigos que no veía hace 30 años. Frank y Miky habían sido muy buenos amigos. "Fuimos juntos a todos los festivales de música, viajamos juntos a España para trabajar en verano. Éramos muy unidos, pero por cuestiones de la vida los dejé de ver. Mientras conducía a la vuelta recuerdo que comenté: 'Frank y Miky no han cambiado nada, se ven exactamente igual'. Luego me quedé pensando y pregunté 'espera, ¿ellos llevaban puestas unas teentop?' (un suéter que estuvo de moda en los setenta)". Lo que David estaba viendo era el recuerdo de sus amigos de esa época. "Mi cerebro me estaba diciendo que allí estaban Frank y Miky y que así era como lucían, pero esa no era la realidad". Fue entonces cuando descubrió que era ciego de cara.

Para no sufrir malos momentos, las personas que sufren de prosopagnosia se ven forzados a desarrollar técnicas para descubrir con quién están hablando y así poder sobrellevar su vida social. 

Desde detalles obvios como el cabello y la voz, la postura, la forma de caminar y las cejas, y sino, dice Evie, "los prosopagnósticos somos muy buenos actores". 

Para terminar, Prichard reflexiona que "los rostros son una parte importante de la identidad. No ser reconocido se siente terrible. Es como si uno pasara desapercibido, como si alguien te dijera que no importas.Pero no se compara con el dolor de saber que estás hiriendo los sentimientos de otros constantemente, haciéndolos sentir ignorados, pero sin saberlo en el momento en que lo estás haciendo. Estar fuera del mundo de los rostros es estar en una posición extraña" y espera que explicando la enfermedad que conlleva, la gente la perdone.