¿Qué pensaría un lector si en las páginas 5, 8 y 9 de su diario de cabecera observara avisos del tamaño de la hoja con ofertas de supermercados y en la página 10 encontrase la columna de un editorialista estrella afirmando que el gobierno ha prohibido la publicidad de los supermercados en los diarios? ¿Creería que el editorialista le miente?

¿Y qué sucedería con el lector que, habituado a leer en su computadora, observase que en la edición online del mismo diario se repite la nota del editorialista estrella mientras al lado de ella existe un banner titilante con la publicidad de otro supermercado? ¿Creerá estar sumergido en una crisis esquizoide o simplemente irá corriendo a aprovechar las ofertas mientras se indigna con el gobierno y repite, casi como un mantra, los argumentos vertidos por el editorialista?

Se trata de preguntas difíciles que sólo pueden responderse interrogando a los lectores del diario La Nación del día 8/2/13 que, tanto en su versión en papel como en la versión online, tuvieron la posibilidad de leer la columna de Pablo Sirvén mientras un bombardeo de estímulos de descuentos y ofertas de Coto y Carrefour, respectivamente, los invitaba a consumir.

La columna tiene un título definitivamente pornográfico, “Un ataque directo a la economía de los diarios”, y afirma que el gobierno estaría detrás de la decisión empresarial de los supermercadistas de no publicitar durante algunas semanas en los periódicos. ¿Por qué resulta pornográfica la nota? Porque desnuda obscenamente las razones por las que los grandes medios y, en especial, los diarios La Nación, Clarín y Perfil se oponen al acuerdo de precios. Se trata, ni más ni menos, que por el perjuicio económico que les sobrevendría en el caso de que los supermercados, limitando sus ofertas por el acuerdo, limiten también sus pautas publicitarias. Pero, por si esto no alcanzase, no se indica que la supuesta merma en la pauta privada de los supermercados sería una consecuencia natural de un acuerdo que, en caso de funcionar, beneficiaría a la ciudadanía toda, sino que la decisión empresarial, y de los departamentos de marketing de estas empresas, es presentada como un gesto de sumisión ante un presunto apriete, nunca probado, claro, del secretario de comercio Guillermo Moreno.

Pero la nota de Sirvén avanza hasta los límites insospechables de la pornografía, ahora casi en un sentido literal, pues atribuye la decisión del gobierno nacional que establece por decreto la prohibición del rubro 59, a la búsqueda de afectar económicamente a los diarios (opositores). Sí, leyó bien. Si no lo cree, vuelva atrás y lea el párrafo de nuevo pues eso es lo que afirma Pablo Sirvén. Y si aún no lo cree, lea usted mismo la nota a la que me refiero: http://www.lanacion.com.ar/1552929-un-ataque-directo-a-la-economia-de-los-diarios

Si bien todos lo sabíamos, costó encontrar un editorialista que reconociese que, especialmente el diario Clarín, se negó a quitar esos avisos (y hoy los publica bajo otra etiqueta y con eufemismos) por razones estrictamente económicas. Poco importó si detrás de varios de ellos existían sospechas de explotación sexual y de trata. Lo que importó es que no tocasen la pauta. Así, Sirvén defiende la existencia del rubro 59 amparándose en la libertad de prensa que se vería afectada en caso de que deje de ingresar el dinero privado que sostiene los avisos que prometen cosas traviesas y fiestas sin globitos en las que algunas de las invitadas están allí contra su voluntad y tras haber sido secuestradas. Pero eso resulta, aparentemente, un detalle menor pues lo que importa es el beneficio económico travestido de libertad de prensa. Que existan formadores de precios que aumentan como desean los precios o haya mujeres a las que se explota sexualmente sin su consentimiento, son temas que, en el modelo de república que propone La Nación, pueden esperar. Pues al fin de cuentas, ¿qué país podremos construir si nos quitan las ofertas de descuentos con tarjeta y los diarios se pierden el ingreso de una página de publicidad? ¿Acaso puede haber república sin supermercados? Hasta la victoria siempre. Pauta o muerte. Venceremos.