Marcelino Escalada es una pequeña localidad de dos mil habitantes, al norte del departamento de San Justo, en la región central de la provincia de Santa Fe. Allí vivía Diógenes Chapelet: el hombre de 75 años fue una nueva víctima del veneno que representan los agrotóxicos utilizados en la producción agropecuaria.

En noviembre de 2017, Chapelet vio cómo un “mosquito” -maquinaria similar a un camión de rodado alto, con brazos fumigadores a sus costados- se desplazaba en el campo que lindero a su vivienda, un lote de trigo del que distan unos pocos metros a su vivienda. Según contó su familia, ese mismo día comenzó a sufrir insuficiencias respiratorias y brotes de manchas en su piel.

En diálogo con Radio EME, Fabricio Sparza, miembros de Fundación ambientalista de San Justo, se mostró “preocupado porque el abuelo, que ayer falleció,  estaba descompuesto, algo que sucedió luego de aplicación con veneno que se hacen en el campo”.

Una semana después, ya enfermo Diógenes debió soportar una nueva fumigación que el viento desvió hacia su vivienda, un factor que los defensores de la utilización de estos venenos relativizan asegurando que las aplicaciones son controlables.

Diógenes comenzó a meter denuncias policiales por lo que a comienzos de diciembre, lo visitaron el Presidente comunal de la localidad, Clemente Faletto, y el técnico fitosanitarista Horacio Pennino, decididos a hacerlo firmar un permiso que permitiera al vecino continuar con sus aplicaciones. Pero todo lo que pudieron hacer es retirarse ofuscados por la negativa frente al enojo de la familia Chapelet.

Seguía pasando el tiempo y mientras la familia de Diógenes acompañaba su deteriorada salud con todo tipo de tratamientos, recibían llamadas intimidatorias para firmar esa inescrupulosa autorización. Después de 30 días de internación fue llevado a terapia intensiva donde falleció este lunes.