Ocurrió en 1974, Buenos Aires, cuando dos bebés fueron entregados por error a familias distintas en la maternidad del Sanatorio de Azul. Después de 37 años, se cruzaron en un parque y comenzaron a sospechar del percance, lo cual los llevó a realizarse un análisis de ADN donde comprobaron que los habían cambiado al nacer. “Fue como una bomba atómica que cayó sobre nosotros”, señalaban los protagonistas de la historia en el diario Tiempo Argentino.
 
Todo surgió cuando Javier Delmasso, que hacía años acarreaba con esta incertidumbre, se cruzo en un parque con el hermano y con el padre de Gustavo Germain y se sorprendió al ver el semejante parecido entre ambos. El 19 de septiembre de 1974, las madres de Javier y Gustavo, estaban dando a luz en el mismo hospital y en habitaciones contiguas, pero nunca se llegaron a conocer. “En ese entonces, no se acostumbraba que las madres se llevaran al chiquito a la habitación, se quedaban toda la noche en la enfermería, donde eran cambiados y alimentados”, explica Gustavo a Tiempo Argentino. Al día siguiente, la enfermera les llevó el bebe a la habitación y las dos respondieron lo mismo: “Ese no es mi bebé, tiene otra ropa.” “Y la enfermera les contestó lo mismo a las dos: ‘Quedate tranquila que me confundí con la chica de al lado, es la ropita’. Pero no fue la ropa, fueron los bebés los que estaban cambiados”, comenta Gustavo.

Javier tuvo sus primeras sospechas a los 10 años de edad, cuando sus padres (no biológicos) al nacer su hermana menor, le contaron en forma de anécdota lo sucedido el día que nació y el extraño cambio de ropa. Después de un tiempo, se hizo un análisis para un chequeo y lo anotaron como B Negativo, el mismo tipo de sangre de quienes creía sus padres. . “La primera vez lo pusieron tal cual la libreta de nacimiento, y después nada que ver. Dije: ‘No, pará, algo pasa’”, señaló Javier. A principios de 2009, luego de no dar abasto por la necesidad de saber la verdad, Javier le pidió a sus padres de crianza y a la familia de Gustavo que se realizaran las pruebas de ADN. En un principio, a Gustavo y a su familia le resultó difícil aceptar esta situación. “No quería saber nada, ni remover el pasado, hasta que fui madurándolo en mi cabeza, llorando solo, y decidí hacerme el análisis. Todos dieron un 99,9%. Así nos encontramos con esta sorpresa: la negligencia de un sanatorio que destruyó a dos familias”, comenta Gustavo.

Las dos familias vivieron todos estos años a cinco cuadras y como los chicos eran del mismo barrio, llegaron a compartir partidos de futbol. El Día de la Madre, se intercambiaron la cena y el almuerzo para visitar a ambas. Javier, padre de dos chicos de once y nueve años, cuenta que le costó explicárselos, “pero hoy lo toman como algo natural”. Según dijo, la relación con sus padres biológicos “es bárbara, parece que los conociera de toda la vida. Hasta tengo el mismo carácter que mi padre biológico. Podemos confiarnos cosas, y los nenes tienen seis abuelos.”

“Papá llamo al de crianza, porque me crió. Y los chicos tienen más regalos”, comenta sonriente Gustavo, padre de una nena de 12 años y un bebé de dos meses, al que tuvo en el Hospital de Azul, y no en el sanatorio. Ese día, recordó su propia historia: “Estaba como loco, me quedé constantemente al lado de él. Siempre vamos a llevar este miedo, pero hay que seguir para adelante.”