Como buen burgués que tiene en lo más alto sus propiedades materiales y por debajo el valor de la vida humana, Macri salió a defender al carnicero que mató a un delincuente. Más grave aún, tratándose de un Presidente, es que ponderó la venganza por encima de la justicia.

Puede que doña Rosa –como llamaba al ciudadano común, medio, el fallecido Bernardo Neustadt– tenga en alta estima la venganza y la represalia como forma de 'hacer justicia por mano propia'.

Pero que el Presidente de la Nación se meta en el asunto con idéntica premisa, aunque ello signifique retroceder cientos de años en nuestro nivel de civilización, resulta insólito y hasta inaceptable y peligroso.

En efecto, para Mauricio Macri el carnicero de Zárate que persiguió y ejecutó al delincuente que lo había robado, es "un ciudadano sano y querido" que "debería estar con su familia, en libertad.

"Si no hay riesgo de fuga, porque es un ciudadano sano, querido y reconocido por la comunidad, debería estar con su familia, tranquilo, tratando de reflexionar en todo lo que pasó", dijo el mandatario por radio La Red.

De su pedido se infiere que no trata de explicar el homicidio cometido por el zaratense Daniel Oyarzún en razones socio-culturales profundas (Macri, en realidad, no puede analizar nada o casi nada a ese nivel), sino que simplemente lo justifica: él hubiera actuado del mismo modo.

Aún bajo presión, aún con el peligroso precepto de que cada uno de cuidar como sea de su pellejo y de sus posesiones más allá de toda ley, como sugieren las palabras de Macri, será la Justicia la que deberá resolver sobre los agravantes y atenuantes del homicidio.