Susana Malcorra, como sabe, era hasta este lunes una funcionaria clave del gobierno de Mauricio Macri. No obstante, inesperadamente –al menos para todos los observadores– presentó su renuncia como encargada de Relaciones Exteriores.

Según sostuvo en conferencia de prensa la propia canciller –que estará en funciones hasta el 12 de junio próximo–, su dimisión obedece a razones personales: ya sin un cargo oficial, pretende volver con su familia, que vive en España desde hace años.

Sin embargo, su paso por la Cancillería no fue un lecho de rosas, y no justamente por roces que haya tenido con otros países u otros diplomáticos, sino más bien por las diferencias manifiestas que ha tenido con el macrismo, pero en lo que hace a políticas internas vinculadas a la dictadura cívico militar.

Políticas internas que, por cierto, Malcorra jamás ha defendido en foro internacional alguno; por ejemplo, en lo que respecta a la cantidad de desaparecidos entre 1976 y 1983, que el Gobierno pretende reducir a un número indefinido.

Mientras ministros y funcionarios de menor rango e incluso el Presidente de la Nación negaron los 30 mil desaparecidos, la funcionaria se negó reiteradamente a plantear semejante duda: “Yo he usado, estando en el exterior, en Naciones Unidas, el número de 30 mil como referencia”, sostenía el año pasado en una entrevista que concediera a Perfil.

Con el pasar de los meses, el macrismo fue profundizando su negacionismo respecto al genocidio. Y la canciller nunca adhirió a semejantes planteos. De hecho, hasta dijo no acordar con el concepto de “guerra sucia” utilizado públicamente por Mauricio Macri.

En la misma entrevista, advertía: “Yo personalmente no uso el concepto de guerra sucia. Creo que hubo un enfrentamiento asimétrico, que obviamente le da una responsabilidad al Estado distinta a la de otros jugadores” en ese sangriento período.

Incluso fueron y son manifiestas las diferencias que mantienen Malcorra y Macri respecto a la situación de Venezuela: mientras la canciller buscaba una posición ‘diplomática’ de la Argentina, el Presidente pretendía ir ‘con tapones de punta’ hacia el gobierno de Nicolás Maduro.

Pero aquel negacionismo macrista respecto a la dictadura fue, en los hechos, uno de los obstáculos para que Malcorra se convirtiera en sucesora de Ban Ki-moon al frente de la ONU, cuando muchos consideraban que era su sucesora natural.

En Naciones Unidas había trabajado durante doce años: como directora de Operaciones del Programa Mundial de Alimentos entre 2004 y 2008; como secretaria general adjunta del Departamento de Apoyo a las Actividades sobre el Terreno, hasta 2012, y como jefa de Gabinete del secretario general.

En diciembre de 2015 y con esa expectativa en mente, Malcorra aceptó la convocatoria de Macri para presidir el Palacio San Martín. Pero nada salió como esperaba y hoy, ante los desafíos que el macrismo se ha propuesto a escala mundial, prefiere volver a la vida familiar.