La carta completa: 


"Créame, al principio no me caía usted muy bien. Mis parientes, que la conocían desde años anteriores, la criticaban duramente. Eso fue lo primero que me hizo dudar; mis parientes son radicales y suelen ser de lo que mi madre llamaba: "nariz para arriba". Si ellos no la querían, entonces tal vez habría algo bueno en usted.


Por otra parte, usted tenía una fortuna, no hay para qué ocultarlo y eso, para la gente de mi clase, no es la mejor credencial de confianza. A pesar de nuestras críticas a Proudhon seguimos creyendo en aquello de la propiedad y el robo.
Agreguemos que, como muchos argentinos que hemos pasado por la Universidad Pública, me consideraba y me considero marxista. Y usted o su esposo, es claro, no pretendían hacer ninguna revolución.
Por último, usted y su esposo eran peronistas. Y el peronismo me producía el mismo rechazo que provocan los amantes que nos han traicionado.


Luego vinieron doce años que nunca creí vivir.


No todo fue maravilloso, por supuesto; cuestioné sus frases sobre los docentes, no me gustaban algunos de sus modos (pero otros me encantaban, tiene usted una manera de decir "pelotudo" que es fascinante...), tenía aliados que eran, y son, repugnantes, por motivos que entiendo pero no comparto tomó decisiones censurables (como el caso Milani) y a veces me preguntaba ¿qué carajo hace?, como en las vísperas de las elecciones más tristes de la historia reciente. Podría, tengo amigos (cada vez menos) que lo hacen, quedarme con esto y odiarla. Pero no puedo.


Usted llevó adelante cinco políticas públicas que nosotros, mi generación, los que somos del palo, reivindicamos. Usted las conoce, los que me leerán, también. Hay luces y sombras, anticipo para algunos puristas, pero en todos lados las hay... las luces de su gobierno, sin embargo, son las más fuertes que he conocido en medio siglo de vida.


1.-Derechos Humanos.
2.-Ley de Medios.
3.-Intervención del Estado en la economía con el objetivo de fortalecer el mercado interno.
4.-Ciencia y Tecnología.
5.- Educación y cultura, recuperando un discurso liberador, integrador, de inclusión y popular.


Y, como corolario, porque es la clave de todo: integración latinoamericana.


Empecé a quererla por todo eso. Usted iba por una "utopía" previa (y tal vez tan imposible) a la revolución; usted quería un capitalismo nacional o, mejor, latinoamericano. O tal vez pretendía un socialismo de mercado, análogo al de la Europa de los cincuenta y sesenta. O maniobrar en aguas infestadas de depredadores. O era, como dice alguna amiga, una cínica que nos procuraba pan y circo. No lo sé y no me interesa psicoanalizar a los funcionarios públicos (eso lo hace, y mal, Rochitzner hijo). Lo que sé es que sus políticas eran lo máximo de izquierda que puede tolerar la sociedad argentina (y ni siquiera), que recogía viejas reivindicaciones y, sobre todo, que la atacaban mis enemigos de clase. Y los tontitos que hace del marxismo una religión de consignas vacías...


Cuando vi, uno es un caballero del viejo estilo, que la atacaban los oligarcas, afloró en mí el viejo gen peronista de mi vieja y de mi nona, el sentimiento de que usted era, a pesar de sus millones, una compañera, la convicción de que estaban atacándola por lo bueno que hacía, la certeza de que estar de su lado era elegir el lado correcto donde estar.
Y, para colmo, usted es una mujer. Y uno tiene algo de mosquetero, Y, republicano como soy, sigo siendo un romántico de las monarquías de cuento...


Así empecé a quererla. Sottovoce, primero, púbicamente, después.


Con críticas, seguro, y creo que si nos encontrásemos nos pelearíamos de lo lindo. Pero la dejaría ganar, creo, usted es mujer y su “pelotudo” me puede…


Hoy es su cumpleaños, presidenta. Hoy extraño sus políticas, sus proyectos, el clima de que es posible otra Argentina que respirábamos bajo su gobierno. Extraño esa Casa Rosada con los Patriotas Latinoamericanos (por primera vez la sentí mi casa), extraño las consignas, extraño viajar por el mundo sintiéndome orgulloso de nuestro gobierno popular, extraño poder soñar (y reclamar) por lo que faltaba, en lugar de tener


(Es de un maestro de Rosario se llama Gustavo Bessolo)"