En una demostración más de que el Presidente vive en una realidad paralela, el país está cada vez más violento pero el mandatario sigue defendiendo la libre portación de armas.

La actitud sólo podría entenderse viniendo de alguien que quiere más cadáveres en las calles y las políticas llevadas a cabo por su gobierno no hacen más que crispar a la gente llevándolos a límites cada vez más extremos.

Cualquier discusión de tránsito, disputa entre vecinos o cualquier mínima situación puede convertirse en un tiroteo con consecuencias irreversibles. El país que no queremos.