En palabras de Mauricio Macri, el sistema de voto electrónico se traduce en uno "transparente, equitativo, del siglo XXI, ayuda a unir a los argentinos". Pero el Presidente también hizo hincapié en "terminar con las boletas de papel y todas las cosas que sucedían alrededor de eso". El mandatario describió que la tecnología permitirá que "en poco tiempo sepamos quién ganó, y que todos puedan votar, porque no es que no encuentren su boleta que desaparece". Aunque un poco confuso en su expresión, entendemos de qué habla. Habló de simplificar la manera en que la autoridad de turno tenga el control absoluto de la información electoral, para utilizarla en su beneficio.

La modernización es un cuento, y viendo a los países más modernos, podemos entenderlo: en Alemania, el voto electrónico se implementó en 2005, pero en 2009 las denuncias y apelaciones llegaron a la mismísima Corte Suprema, que decidió declararlo inconstitucional, por no permitir la fiscalización del proceso electoral por personas sin conocimientos técnicos suficientes.

Holanda, en 2006, detectó fallas en el software de seguridad del sistema, cuando un grupo de informáticos mostró cómo a 25 metros de distancia, usando equipamiento accesible, era posible saber a quién estaba votando alguien en la urna electrónica. En 2008, volvieron a la vieja boleta de papel.

Finlandia se sumó al sistema electoral computarizado en 2006 para los comicios legislativos de 2008: las pruebas llevadas a cabo en apenas tres municipios tuvieron tantos inconvenientes que las dichos sufragios fueron anulados. En 2010, el Ministerio de Justicia de Finlandia ordenó rehacer los comicios por los medios convencionales.

El caso de Irlanda fue aún anterior. En 2002, se gastaron cientos de millones de euros en la compra de maquinarias y en el desarrollo del sistema. Dos años más tarde, la comisión a cargo declaró que el sistema no era "capaz de garantizar la absoluta seguridad de la elección". Para 2012, el país vendió las 7500 máquinas y puso fin al debate.

En Estados Unidos, los problemas en los estados que lo utilizan son frecuentes: como una de las investigaciones ciudadanas que pusieron en duda los beneficios de aquellos espacios políticos que quieren convencer sobre el sistema electrónico, se destaca el documental estadounidense Hackin Democracy, de 2006, en el que se pueden ver las anomalías del voto electrónico, a partir de los polémicos hechos acontecidos durante las elecciones presidenciales de 2000 y 2004.

Las críticas que tuvo el proyecto de Massa en 2014

En un informe elaborado por el sitio chequeado.com, Beatriz Busaniche de la Fundación Vía Libre -defiende los derechos ciudadanos en entornos mediados por tecnologías de información- señaló que las desventajas que presenta el sistema electrónico “son quebrar el secreto del sufragio, abrir la posibilidad de fraude y poner en riesgo la participación ciudadana”.

Sobre la capacidad para terminar con las llamadas “listas sábana”, hay que explicar las dos connotaciones que existen sobre este concepto. La directora del Programa de Instituciones Políticas de Cippec, Julia Pomares, las diferenció: “La primera tiene que ver con la elección para diputados nacionales. Al ser una lista cerrada (el orden lo determinan los partidos) y además de ser alta la cantidad de cargos que se eligen en los distritos más grandes, se la denominó ‘lista sábana’ (…). También se habla de ‘lista sábana’ para referirse a la forma en que está diseñada nuestra boleta partidaria: cuando se eligen candidatos a distintos cargos (presidente, diputado, intendente), esos tramos de la boleta están pegados y el elector debe separarlos (cortar la boleta)”.

El proyecto que presentó el diputado Sergio Massa en 2014, y que quedó en la nada, se refirió a esta segunda concepción, sin prever una reforma al sistema electoral de la Provincia. Sin embargo, para Pomares “lo que eliminaría la ‘lista sábana horizontal’ para las elecciones municipales (no para los casos provinciales y nacionales) sería más bien el desdoblamiento y no necesariamente del sistema de votación”.