El rumor comenzó el mismo 5 de agosto a la tarde y se esparció como un reguero de pólvora: Cristina Fernández de Kirchner cerraría una actividad en homenaje al cincuenta aniversario de la Noche de los bastones largos, organizado por  Ciencia y Técnica Argentina y Científicos y universitarios autoconvocados, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El encuentro, previsto para las 18, sumó a la ex mandataria cerca de las 19:30.

La información de la posible visita de CFK a la Universidad donde me recibí y soy clases me llegó por 3 grupos de whatshapp diversos, formados todos ellos al calor de las elecciones del año pasado y que fungen de lugar de encuentro con colegas que observamos el mundo de similar manera. La atmósfera en Filo era irrespirable, cientos de personas en los pasillos y en Puán al 400 cortando el tráfico vehicular, hacían lo imposible por colarse al aula 108 de alguna manera. Había gente colgada de mesas, y otras que intentaban meterse por la ventana.

Nunca había visto un acto de la ex presidenta en un lugar tan pequeño, y pude comprobar que el fervor de la gente presente era inversamente proporcional al espacio destinado al mismo. Cuando Cristina arribó a la Facultad se dispuso un corredor específico para que pueda pasar custodiado por militantes de Nuevo Encuentro, La Cámpora y los Irrompibles, organización ligada al ex presidente Raúl Alfonsín. Las escenas fueron de una desesperación lindante con la histeria: es probable que ningún político en los últimos 40 años haya generado esas sensaciones en sus seguidores.

A simple vista impresionaba la cantidad de gente entre los cuales encontramos docentes, investigadores, directivos, alumnos y curiosos que se enteraron de la relevante visita. La característica que los (nos) unificaba era su condición social: con un absoluto predominio de los sectores medios. Esto que puede ser visto como una fortaleza, dado el histórico desencuentro, según cuentan las crónicas oficiales entre el peronismo y las clases medias (aunque desmentido en diversos momentos puntuales, como los del peronismo primigenio, cuando un importante porcentaje de la nueva burocracia pertenecía a dichos sectores, o lo acaecido entre mediados de los ´60, al calor de la efervescencia social y cultural y 1974 cuando la espiral de violencia comenzó a asustarlos y expulsarlos), es un límite a la vez.

Hoy el kirchnerismo puede definirse como el peronismo de las clases medias.  Hace unos años Eduardo Duhalde, conocedor como pocos de los vericuetos de los sectores populares en tierras bonaerenses, lo dijo más directamente. “Los pobres no tienen la foto de Néstor o Cristina Kirchner en su casa”. Es probable que así sea, y que esas imágenes estén en varios domicilios de personas de sectores medios, porque las elecciones se perdieron, entre otras cosas, por no hacer política territorial destinada a las franjas populares, o como dice el vicepresidente boliviano Linera, por realizar un inmenso proceso de redistribución de la riqueza sin emprender un verdadero proceso de politización social. Esto puede ejemplificarse en los resultados electorales del ballotage de 22 de noviembre de 2015, donde Mauricio Macri se impuso sobre Daniel Scioli en Recoleta por el 79, 54% de los votos, mientras que el candidato del entonces oficialismo hizo lo propio en La Matanza y Lomas de Zamora, pero por diferencias ostensiblemente menores ya que se alzó con la victoria por un 64,42% y 58, 37% respectivamente. Tres lugares emblemáticos de ambas coaliciones.

Fortalece al kirchnerismo tener estos sectores de la clase media como militantes, contrariando el sentido común dominante que dice que toda la clase media es “gorila” (apelativo que también expulsa), pero a la vez es un techo ya que la necesaria política de ampliación de alianzas parece detenerse allí.

El discurso fue seguido con atención y la ex mandataria fue vivada en numerosas ocasiones cuando dijo “que los gobiernos de ideas cortas necesitan bastones largos” o cuando hizo una encendida defensa de lo hecho en Ciencia y Tecnología en sus años de gestión. Su salida del aula 108 de Filosofía y Letras fue apoteótica. Un observador desprevenido jamás podría explicar lo que CFK genera en sus adherentes, al punto de escuchar el comentario de una persona que comparaba esa locura con lo generado por Los Beatles en la década del ´60.

Laclau lo dijo en sus indagaciones poniendo el eje en las llamadas políticas del afecto, decisivas para lograr una construcción identitaria, donde por medio de estos vínculos afectivos se sostienen formas colectivas de identificación, que por cierto repercuten en la oposición. Cristina Fernández de Kirchner puede dar fe: es amada y odiada. A la salida sólo quería llegar rápido a mi casa distante a quince cuadras de allí. Apenas subo al taxi el conductor me preguntó que había pasado que estaban todas las calles cortadas. Le conté que había hablado CFK. No me dirigió la palabra hasta que bajé, confirmando las tesis de Laclau y lo que genera la ex presidenta. Para bien y para mal.

Iván Pablo Orbuch

Magister en Ciencias Sociales (UBA-UNDAV)