Aparezco. Asomo la nariz. Solo un poquito porque quiero gritar algo y este es un buen lugar para hacerlo. LAVEZZI EN PITO. Bueno, ahora que descargué, me gustaría hablar un poco de este fenómeno que lo encuentro más mediático que real. Porque mediático y real son cada vez más opuestos.

¿El tipo está bueno? Sí. Para los estándares de belleza que los hombres deben cumplir, está bueno. Y nada lo comprueba más que el pequeño detalle de su sonrisa perfecta de ortodoncia. Pero no es de eso de lo que quiero hablar, ya se dijo demasiado sobre algo que sólo es digno de admiración visual.

A las mujeres les divierte y algunas parece que hasta lo toman como una especie de reivindicación, ¡al fin la observación del cuerpo no recae en nosotras! ¡Al fin podemos tener un poster de alguien en cuero y admirarlo no por cómo canta sino porque está churro!, y a los tipos les revuelve un poco las tripas. ¿Por qué? Escuché y leí a muchos a quienes nunca les interesó el temita del feminismo, agarrarse con fuerza a la idea de la "cosificación" y rebatir bruscamente los gritos histéricos de algunas con un chiste. Y está bien. Es el circo que se arma alrededor de algo que para ellos está bueno que se transforme en un tema menor, chiquito, idiota, blanco fácil para los chistes.

Hay otro feminismo que va desde la raíz y no a los lados, pero hay que saber, hay que leer y entender por qué estamos en donde estamos. Pero ta, esta columna está escrita con un sólo propósito, contarles que cuando hice una especie de rejunte de todos los comentarios en contra de Lavezzi, muchos hombres, celosos, boludos y desacostumbrados, atacaron con su supuesta mejor carta: la pinta de chico de la villa. La pinta de chico del delivery. El humilde. Ahí atacaron, al escalafón social.

Y hay dos cosas para analizar ahí. La primera es por qué creen algunos que el estigmatizado pibe del delivery no es digno de conquistar muchas chicas y la otra es, si a Lavezzi se lo magnifica por su físico, ¿por qué no es el físico lo que critican en vez de su aspecto sociocultural? Al instante me imaginé a las mujeres, quienes ya estamos acostumbradas a que exista una linda y mejor que el resto, criticándola. Y las escuché señalar su celulitis, su nariz, los granos, el tamaño de las caderas. Y los hombres, desde atrás, pensando en que somos todas envidiosas. Que criticamos porque no nos da el cuero.

Bueno, acá vemos a los hombres una vez en mucho tiempo en un lugar que ocupan las minas SIEMPRE. Pero ellos no critican el físico del jugador, el físico nunca les importó, ellos señalan su pinta de pibe pobre, de pibe humilde. Porque el hombre defiende su rol, el rol del poderoso, el rol de quien tiene un auto mejor que el tuyo y un puesto mayor, para garantizarle a la mina que tiene al lado, linda y tetona, una vida mejor. El tipo que aún hoy lleva el pan a la casa de muchas mujeres. El Mad Men del siglo 21.

Y las minas, regocijadas, se burlan, festejan y son tildadas de pajeras. De tontas, de hombres. Porque cuando una mujer no hace algo concebido como femenino, es masculina. Imitadora. Nada de lo que hace fuera del rol que tiene impuesto es real, se esfuerza. Lo hace porque quiere pertenecer al mundo masculino que, a fin de cuentas, cuando el hombre siente un poquito de lo que vivimos nosotras a diario, sale de su eje e inseguro grita, se queja y llora porque esta vez, por suerte, su billetera no mata galán.