Algo me partió el alma en mil pedazos. Algo que en otra marcha no había visto, tal vez porque en esta ocasión pudimos llegar cerca del escenario. Tal vez porque las organizaciones políticas llegaron tarde y en la Plaza había más gente autoconvocada que banderas. Por primera vez me daba vuelta y veía un mar de caras y no de orgas. Fue distinto. Fue lindo. Fue raro. Podría hablar de las críticas sobre quienes critican la politización (como si algo social no lo fuera) de la marcha (foto de Mirtha Legrand con su dedo índice apoyado en la pera), o sobre los comentarios idiotas de personas que sólo quieren y buscan deslegitimar un pedido solidario, justo y hermoso como es el feminismo. Pero no. 

Entre todas esas sensaciones que viví ayer, rescato algo difícil que aún no digerí del todo. La cantidad de carteles de jóvenes muertas levantados por una, dos o tres personas sueltas, destrozaba de tristeza. Muchos más que en cualquier otra marcha. Se me puso la piel de gallina varias veces con eso porque, además, son chicas que nunca llegaron a los medios de comunicación. Ya sea por humildes o por no tener herramientas, estas familias nunca pudieron tener la """""suerte"""""" de que haya una marcha empujada por su nombre, un pedido de justicia que genere la empatía suficiente para que aquellxs que están sentados en los sillones de sus casas junten las ganas de salir a la calle a gritar su nombre. 

Yo creo que esos eventos aislados y, pongámosle que aleatorios, reivindican tanto a la madre y al padre de las víctimas. A sus hermanas o hermanos. A lxs que sufren su ausencia cotidiana. Una marcha con el nombre de tu hija es una pequeña batalla ganada contra esta sociedad que culpa a las víctimas, que las ningunea y las menosprecia por su ropa, gustos o modos de vivir. 

Pero estas chicas no tuvieron eso. Tuvieron nada más que silencio mediático, social y jurídico. Este Estado que las desprotege hasta matarlas tampoco se hizo cargo ni de buscarlas, ni del velorio ni de encontrar a los responsables. 

No hay palabras para esas familias que levantaban sus carteles con la pequeña ilusión de que su hija no quede sumergida en ese pedido general de justicia, de basta de femicidios. Que flote. Que se vea. Poner una foto en esa marea de gente es hacer carne este gran y doloroso problema que vivimos las mujeres, es que no se te pase por alto Mariana o Laura, que salieron a bailar y no volvieron, que fueron a comprar puchos y terminaron golpeadas y enterradas vivas. Cada una de las fotos, alzadas con la fuerza y el dolor de una madre, un padre o una tía que ya no esperan a sus hijas entrar por la puerta pero insisten en que se haga justicia, muestra con claridad que, además de que nos falta muchísimo para llegar a la igualdad y acá respiren porque se viene un paréntesis largo: (como quedo claro con el documento leído ayer, que fue larguísimo porque tocó todos los puntos pero además porque repitió veinte veces algunos, por necesidad pero también porque el documento lo arman muchas organizaciones políticas de distintos palos que parecen no querer ni buscar ponerse de acuerdo), también nos faltan caras e historias por conocer. 

Ayer Eliana, una dibujante y usuaria de Twitter, realizó una ilustración con muchas chicas víctimas de femicidios y luego tuiteó una a una sus nombres y cómo sucedió su asesinato. Ese es un momento de reivindicación que necesitamos todas. No olvidarnos de ellas. 

Ayer también subí algo a las redes, algo que me mostraba enojada porque la igualdad económica y la remuneración por el trabajo en el hogar me parecen luchas claves que se tienen que dar ayer, pero que todavía tenemos que decirle al Estado "EYYY, SOMOS PERSONAS, NO NOS MATEN", y que entonces no podemos aún dar la batalla económica si no tenemos siquiera garantizada la vida. 

Entonces vi esos carteles. Tantos y de tantas chicas desconocidas por la sociedad, que me enojé más aún y reafirmé que tristemente todavía tenemos que seguir luchando por nuestra vida. Que si no nos protegemos entre nosotras, seremos foto. Porque aunque para muchas esté claro que somos y merecemos igualdad, hay dando vueltas muchos y muchas que creen que no, que el hombre es el centro de la historia y que, por eso, merece escribirla. 

Menuda sorpresa se van a llevar cuando la temida "ideología de género" (feminismo) tiña la educación y valores de sus hijos e hijas, cuando también exista hijes, cuando podamos ser lo que querramos ser, amar a quien querramos amar y seguir existiendo sin violencia ni discriminación. Qué peligro el feminismo, ¿no? Menuda sorpresa. 
 

Foto: Lola Rodríguez.

Video: propio.