Entre tweets, posts, mensajes de whatsapp, fotos de instagram, memes de redes sociales, trolls a sueldo de los dueños del mundo (los que le ponen precio y lo envenenan), alertas y emergencias informativas que nada tienen que ver con las emergencias de la existencia, máquinas que taladran el pensamiento financiadas por corporaciones que tienen como herramientas de negocios una estrategia fundamental: que no descubramos nuestra voz, que no la despertemos, que tomemos como propia la voz que ellos – y sus científicos de la vida y la publicidad -  confeccionaron para nosotros. Su voz que viene colmada de fronteras, su voz que promueve la cultura de desesperación, que edifica vulgares altares  para los que quieran y se empobrezcan lo suficiente para “pertenecer”; porque sin duda, para pertenecer al mundo que proponen, hay que dejar a un lado las propias riquezas, las voces que vienen de lejos, que llevan siglos dentro de nosotros mismos y dar paso a las definiciones- sentencias, que los neomercaderes del templo prepararon, esa voz que nos alista para que copiemos y peguemos, copiemos y peguemos, copiemos y peguemos….hasta que ya no nos haga falta pensar, hasta que ya tengamos suficientes frases hechas ante cada suceso, así, nos convierten en ecos de esa voz, en repetidores de eslóganes, en esbirros de los cientocuarentacaracteres  y nuestra mente poco a poco se hace papelera de reciclaje.

¿Pero qué sucedería si nosotros, inocentes repetidores de la voz que confeccionaron los dueños del mundo, de repente nos encontramos con nuestra Otra Voz? Es decir, si de pronto comprobamos que la Mátrix tiene una falla, que el libreto que aprendimos de memoria se evapora, que “la pareja” que constuyeron para nosotros es parte del bostezo de nuestra “existencia”, que el veloz auto que nos pusieron a disposición nunca nos lleva a otro lugar, porque tiene el GPS de los que nos enseñaron a escribir sólo en el renglón, a rezar de memoria, a consultar cada domingo lo que anuncia el horóscopo para saber qué camino tomar en la semana o ,simplemente, caemos en cuenta que la profesión con la que nos condecoraron comienza a ser la enfermedad que va apagando eso que los que se animaron (la palabra animar viene del latín animare y significa “dar vida”)  a existir llaman espíritu.

La Otra Voz aparece y cuestiona el monólogo del no ser del mundo, los “best seller” de biografías de campeones que lograron triunfos individuales dentro del sistema, del pobre que consiguió la victoria y se transformó en el bufón de la corte, pero no sumó un triunfo colectivo. Es decir, se volvió un “rico” del mundo empobreciendo su vida: conoció las grandes ciudades, pero no pudo hacer nada para que florezca su humilde barrio, para cambiar la herida mortal de su pueblo. La llegada de la Otra Voz, rompe la jaula, declara desierto el concurso por un lugar en la nada, y promueve la “peligrosa” búsqueda de la vida desnuda, de la conciencia de existencia y del compromiso por una realidad mejor, por una vida más justa.

Octavio Paz considera que los poetas consagran su labor a la traducción de la otra voz: “…todos los poetas han oído, no afuera sino adentro de ellos mismos la otra voz. Nunca la voz de aquí y ahora…sino la de allá, la otra, la del comienzo…” Esta reflexión de Paz – además de enriquecernos – nos otorga una pista acerca de la otra voz, y es que ella es la del comienzo, ella es la que estaba de antes, incluso antes de cada uno de nosotros; sin embargo, esa voz, es nuestra verdadera identidad, y pasar por aquí sin conocerla, sería el ansiado triunfo de los dueños del mundo.

Para aprendernos, debemos abrevar en el origen y para ello hay que tener una profunda fe en la Otra Voz, como llave hacia el otro lado de la realidad, hacia el otro lado de las cosas. Por eso es tan importante darle valor a todo aquello que el mercado desprecia: La poesía; la obra de teatro, el libro, la canción y la película que tanto dicen de nosotros; el Dios que te motiva a hacer algo por el prójimo; el compromiso con algo que no sea rentable pero que sea vital, la acción de hacer algo que no será apreciado por los economistas pero que construye futuro, algo que nadie podrá robarnos. Comenzar a adquirir esa conciencia de fortaleza, la de saber que hay otras cimas, la de comprender el verdadero valor de nuestro tiempo (su valor humano, político, cultural, existencial) el dejar de ser una sardina más del subte y caminar – como hicieron los milenarios peregrinos, caminar para hallar respuestas en los caminos, para encontrar caminos en los caminos. El poeta religioso alemán Ángel Silesius, sostenía: “La rosa es sin porqué, florece porque florece... “ En tiempos donde la mayoría de las cosas se hace para corresponder al dictamen de la voz diseñada por los dueños del mundo, es necesario interpretar la Otra Voz para construir un mundo para todos, un mundo sin dueños.