La lectura del párrafo 22 de la Carta Fundacional de Hamas (del año 1988) puede ayudar a entender de qué estamos hablando:

“Desde tiempos inmemoriales, nuestros enemigos [los judíos] han urdido planes para alcanzar su posición actual. Luchan por acumular enormes riquezas materiales para concretar su sueño. Con dinero, han tomado control de los medios internacionales comenzando por las agencias de noticias, los diarios y las editoriales, las estaciones de radio… Han hecho estallar revoluciones en distintas partes del mundo para satisfacer sus intereses y cosechar sus frutos. Estuvieron detrás de la Revolución Francesa y de la Revolución Comunista, y fueron responsables también de la mayoría de las revoluciones que se han conocido en otros lugares del planeta. Han creado organizaciones secretas que se expanden en todo el mundo con el objeto de destruir sociedades y alcanzar los intereses sionistas, entre ellas los Francmasones, el Rotary Club y el Club de Leones. Todas éstas son destructivas organizaciones de espionaje. Con su dinero, han logrado controlar los países imperialistas e impulsarlos a ocupar muchos estados para absorber las riquezas de estos países y diseminar la corrupción allí. Lo mismo ocurre con las guerras locales e internacionales. Estuvieron detrás de la Primera Guerra Mundial para destruir el Califato Islámico (Turquía) y tener un provecho material. Establecieron la Liga de las Naciones con el fin de gobernar el mundo a través de esta organización. También estuvieron detrás de la Segunda Guerra Mundial, donde obtuvieron cuantiosas ganancias gracias a la especulación con el material de guerra, allanaron el camino para la creación de su Estado e inspiraron la creación de las Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad para reemplazar a la Liga de las Naciones y poder gobernar el mundo a través de dichos entes. No existe guerra en la que no intervengan… Los poderes imperialistas en el Occidente capitalista y en el Oriente comunista apoyan al enemigo utilizando todos los medios posibles”.

Por si no se entendió, hay que decirlo en pocas palabras: la guerra de Hamas no es sólo contra Israel, sino contra los judíos en cualquier lugar del mundo, tengan la nacionalidad que tengan, sean religiosos, tradicionalistas, laicos, defensores a ultranza de las políticas de Israel, críticos acérrimos de esas mismas políticas; aún aquellos judíos que creen que Israel no debería existir son considerados un blanco legítimo para Hamas. Este párrafo de la Carta de ese grupo terrorista parece una versión resumida en pocas líneas de film de propaganda nazi “El judío eterno”, donde los judíos aparecen identificados con las ratas.

Las consecuencias del discurso y el accionar de Hamas saltan a la vista. Es fácil acusar a Israel por el infierno en el que se ha convertido Gaza. La realidad es que Hamas, que desde hace años hace caer una lluvia de cohetes sobre territorio israelí, pretende sepultar cualquier iniciativa dirigida a la convivencia de israelíes y palestinos en dos Estados reconocidos mutuamente (y, desde ya, con el reconocimiento de la legitimidad de Israel por parte del mundo árabe) y con fronteras seguras. Hamas no reconoce el derecho a existir de Israel, y es inimaginable poder dialogar cuando uno de los interlocutores niega la existencia del otro.

Buena parte del discurso dirigido contra Israel y su derecho a defender a sus ciudadanos utiliza un lenguaje que no es nuevo, pero que en los últimos años se ha reciclado. Parte de la izquierda ha incorporado el lenguaje de la ultraderecha. En los años 70, Walter Beveraggi Allende, un dirigente ultranacionalista argentino, elaboró una versión criolla de los “Protocolos de los Sabios de Sion” (el panfleto publicado en 1905 por el régimen zarista ruso que describía un supuesto plan judío para apoderarse del mundo) y lo llamó “El Plan Andinia”; allí se afirmaba que los judíos o el sionismo tendría entre sus planes apoderarse de la Patagonia para establecer un nuevo Estado judío. Por supuesto, Beveraggi Allende se definía como antisionista, “nunca antisemita”.

A lo largo de estas últimas semanas, hemos leído y escuchado muchas voces que se definen como “antisionistas, no antisemitas”. Es bueno recordar que el sionismo no es otra cosa que el movimiento político que promueve la autodeterminación del pueblo judío. Si todos los pueblos de la tierra tienen derecho a su movimiento de autodeterminación pero uno de ellos, el pueblo judío, no tiene ese mismo derecho, ¿de qué estamos hablando?

También es importante decir que en Argentina, en algunos casos, ese discurso que se autoproclama “antisionista” ha dejado al descubierto una prédica antisemita clásica. Como el caso de Tilda Rabi, la Presidenta de la Federación de Entidades Argentino Palestinas, quien en un reportaje concedido a BarricadaTV se preguntó si los argentinos que se han ido a vivir a Israel y hacen el servicio militar (obligatorio en Israel) no deberían ser considerados “traidores a la Patria”. Y siguió preguntándose: “¿Cuántos ciudadanos argentinos de religión judía fueron a Malvinas?”. Más adelante, puso en duda en duda la lealtad del Canciller Héctor Timerman hacia la Presidenta Cristina Kirchner porque había viajado a Israel hace poco más de dos meses.

Otro caso es el del legislador porteño Alejandro Bodart (flamante candidato presidencial por el Movimiento Socialista de los Trabajadores), quien apeló a la comunidad judía para que “enfrenten a su propio gobierno”. Quizás no se haya enterado que el gobierno de los judíos argentinos tiene sede en Buenos Aires.

Más allá de cómo se refleja la guerra en Argentina, en Medio Oriente se vive un momento trágico. Y en esos casos es la población civil, tanto palestina como israelí, la que más sufre. El credo de Hamas, sintetizado en el párrafo de su Carta fundacional que hemos citado más arriba, muestra a las claras que esa organización es la responsable por este estado de cosas.