Hace algunos días fui al colegio en el que trabaja una amiga a dar una clase de género para nenes y nenas de ocho años. Tuve miedo porque, primero, no soy buena hablando sin decir malas palabras y, segundo, tengo pocos acercamientos a gente jovencita y no sé bien cómo se realiza la comunicación. 

Pero ahí fui. El taller que organizamos con Ayelén giraba en torno a dos actividades. La primera era que lxs chicxs ubicaran distintas actividades escritas en cartulina dentro de un cuadro que estaba dividido en dos: cosas de nenes, cosas de nenas. Quise aclarar que no hay solamente dos géneros, que hay muchos, pero era meterse en un berenjenal del cual no sabía bien cómo salir. Pero sé que si van por ese camino, con algunos años más, llegan a estas cuestiones que de pequeñxs no se tocan.

Primero le repartimos las cartulinas y después de un intenso debate adentro de cada grupito, fueron acomodando los papeles en donde creían que iban. No fue fácil. Estaban desorientadxs con algunas cuestiones porque "también las hace mamá, porque también lo hace papá", así que fueron y vinieron varias veces hasta que el pizarrón quedó ordenado así. 

La experiencia extraordinaria de dar un taller de género a niñxs de ocho años

Las charlas que se escuchaban entre ellxs eran hermosas, las acotaciones daban cuenta de que si bien "se supone que", hay muchos "grises" que tanto ellos como ellas captan en estas cuestiones.  

Después nos tocó preguntarle a cada grupo por qué creían que los papelitos iban donde los pusieron. "Tener un hijo" quedó del lado de las nenas hasta que Esteban dijo "Los hombres también tienen hijos" y agregó la clave: "Y los gays pueden adoptar". Aplausos internos a este pequeño. 

Romina, su maestra, los ayuda a procesar sus pensamientos, pregunta constantemente, los hace pensar por qué y de dónde viene cada cosa que ellos dicen o aseguran. Y sirve, porque los guía y tanto ellos como ellas llegan solitxs a ideas muy geniales con una seguridad sorprendente. 

Aunque fue difícil la primera etapa, en el momento de hablar, Juanse fue sabio y argumentó: "No hay nada para nenes y nenas, si te gusta es para vos". Otros aplausos internos, de pie y tirando confeti. 

Bien, cuando escuchamos eso grité: "¡Al que le gusta el rosa que levante la mano!". Se me abrieron los ojos como platos cuando todos los chicos tenían el brazo arriba. "¡Levante la mano la nena a la que le gusta el azul". Sí. Exacto. Todas ellas levantaron la mano y Delfina aclaró "a mi no me gusta el rosa", y se acomodó los anteojos rojos. 

Empezamos a defragmentar esas ideas, "es que la mayor parte de los hombres hace eso", "es que las mamás hacen lo otro". "¡Una vez me pinté las uñas para un disfraz!", "¡Yo voy al super con mi papá!", "¡A mi me gustan algunos juegos de chicas!", "Si queremos es feo que no nos dejen, cada uno tiene que hacer lo que siente". Todo, por supuesto, entre gritos y entusiasmo. A lxs chicxs les encanta debatir y estábamos dispuestas a cuestionarles todas sus verdades. 

Después de todas esas preguntas que lxs dejaban asombradxs y con las palabras a mitad de camino, les preguntamos si querían cambiar alguno de los papelitos de ubicación. "¡TODOS EN EL MEDIO!" gritó Amparo y el resto asintió con un efusivo cantito "TO-DOS-EEEEN-EEEEL-MEEEE- DIO- TO-DOS-EEEEN-EEEEL-MEEEE- DIO".  Así que acomodaron cada papelito en la línea que dividía las tareas. 

La experiencia extraordinaria de dar un taller de género a niñxs de ocho años

Después de ese pizarrón que nos dejó gorditas de alegría y emoción, pasamos a la sala de proyecciones para la otra actividad. Mostrarles publicidades de juguetes para nenas y para nenes, preguntarles qué errores veían y luego mostrarles personajes de dibujos que se salen de estos estereotipos que el sistema heteropatriarcal les(nos) impone constantemente era la tarea. 

Comentarios simpáticos, conceptos que acabábamos de hablar que ya tenían recontra incorporados hizo que me de cuenta, que pueda palpar lo rápido que aprenden a esa edad, lo fácil que sería, si ésto se enseñara en todas las escuelas del mundo, vivir en un planeta sin tanto prejuicio, con gente que pueda hacer y querer sin miedo a ser juzgada por los pesados roles. 

Que un hombre pueda llorar, que una mujer pueda y tenga la opción desde chiquita de ser aventurera, mecánica, pilota, que nadie esté encasilladx en tal o cual cosa, que lo normal sea hacer lo que querramos sin que el género presione todas nuestras acciones, que lo extraño quede marcado en las casillas, en ese rosa y ese celeste que además de ser colores son cárceles para miles de personas. 

De la escuela me fui feliz pero reflexiva. Porque sé que es no alcanza, aunque es algo, y porque la idea de que estas criaturitas sean tan esponjas me estremece. Padres y madres, tiene el poder del cambio. El afuera es difícil, pero es más complejo si no se cuestionan estas cosas. Si no les dan a sus hijxs la libertad de elegir. 

Siento que estamos perdiendo la oportunidad de criar a seres humanos para que vivan y hagan de este un mundo mejor. Les estamos ocultando herramientas, nos perdemos de verlxs crecer en un planeta que ame más y ame más fuerte. Que ame sin colores, sin tapujos, sin miedos. Que ame con todo su cuerpo. 

Ojalá que algún día la Ley Ley 26150 de Educación Integral se cumpla  a rajatabla. Ojalá que haya, en las escuelas, muchas más Rominas.