Vivíamos en una casa que no era de película, pero tenia muchas comodidades. En la planta alta había dos goteras en el techo y una pared con humedad detrás del respaldo de la cama. Por esta última razón, descubrimos una filtración de agua que fue bajando y, luego encontramos un caño roto, del cual brotaba otro poco de humedad que se veía en los zócalos. Todo esto afectaba menos del 30% de todas las paredes. También se levantó uno o dos metros del piso de parquet de viraró, pero lo arreglamos improvisando baldosones de porcelanato. A los grumos de humedad en la pared los tapamos con placas antihumedad y, aunque faltaba pintura y otras cosas, la casa estaba bastante bien.

Había dos posibles soluciones. La primera era llamar a un albañil y un pintor que supieran de humedad y arreglaran todo. La segunda era alquilar en otro barrio, mudarnos y contratar un camión con esas bolas oscilatorias gigantes para demoler la casa entera, vendiendo el terreno con los escombros que quedaran para que nos dieran lo que sea. Elegimos la segunda opción.

Devaluar, contraer pesos, bajar retenciones, ajustar tarifas y arreglar con los fondos buitres. Las refacciones elegidas tuvieron daños colaterales sobre el nivel de actividad y el empleo; seguimos en recesión, aumentó el descontento social, la inflación generó atraso del tipo de cambio, “la inflación core” no muestra señalas claras de desaceleración, la demanda de pesos está cayendo y el stock de LEBAC sigue subiendo (deuda del Banco Central, a intereses altísimos al transformarlos en dólares). En tanto el gobierno intenta sortear cada accidente, mejorando la gobernabilidad, atenuando los reclamos sindicales con medidas que implicaron más gasto público, renuncias de ingresos fiscales genuinos, con lo cual el déficit fiscal primario tiende a aumentar y el financiamiento del Tesoro requiere más y más endeudamiento. El déficit primario del Gobierno Nacional, cierra 2016 con 5% del PBI, y el déficit fiscal global, luego del pago de intereses con 7.5%. Al sumar el déficit provincial de 1.2%, el déficit fiscal consolidado de la Argentina asciende a 8.7% del PBI y, termina en alrededor de 11.5% del PBI cuando se agrega el déficit cuasi fiscal. Esta cifra es muy elevada para mantener la estabilidad monetaria, cambiaria y su financiamiento. Por eso no vienen inversiones. Para generar confianza el presupuesto presentado ante el Congreso que luce más prolijo, igual no ayuda,  ya que es obvio que se han subestimado los gastos y sobrestimado los ingresos. Los supuestos macroeconómicos de construcción, no coinciden, hay inconsistencia entre supuestos y cifras. Con los anuncios ya efectuados el gasto primario no cierra, y con la inflación estimada no coincide la tasa de crecimiento del PBI nominal, para referir solo dos inconsistencias impresentables.

Las ideas de Duran Barba deberán ejercen el poderoso hechizo manifestado. Ahora debe pensar sobre las avanzadillas de la cultura de la computadora, donde también opera el gobierno de “la Nueva Era”. La imprescindible imaginación del gurú lo encarna hoy en la única salida. Tiene que ejercer algún sortilegio que justifique las apariencias del equipo económico frente al exterior, no sea que “se llueva el techo de golpe”, y al final haya que apelar a la segunda bola oscilante para destrozarlo todo otra vez.