Desde hace 20 años las crisis financieras se han multiplicado en diferentes países y el FMI tuvo que ver en todas: Tailandia, Malasia, Indonesia, Corea del sur, Rusia, Ecuador, Brasil, Argentina. La relevancia actual del asunto viene adquiriendo un interés inquietante luego del Brexit y el triunfo de Trump. En contraste con estos países que ejercen la soberanía política y la independencia económica, encontramos la parálisis de los subordinados países europeos como Grecia, España, Portugal e Italia y otros, que acumulan un ratio deuda pública y deuda privada/PBI  extravagante. Del desempleo estable no se habla, y de informar sobre las manifestaciones sociales huye la TV local e internacional. En la eurozona la ideología económica hegemónica nunca aminoró-aunque toman préstamos a una cuarta parte del costo que paga Argentina. Lo preocupante es que esa ideología vuelve a fluir hacia la Argentina, cuando la diferencia con Europa es que por cada 100 dólares de endeudamiento, esos países pagan los mismos montos absolutos de interés, que cuando nosotros recibimos 25 dólares prestados.

Es en este contexto, cuando la política económica local se ha configurado nuevamente en el emergente del avance financiero sobre lo político. Sturzenegger y Melconian emblemáticos economistas de los noventa, consiguieron el despido de Prat Gay. Claramente Prat Gay no era Lavagna ni Kicillof, pero la diferencia de matices de la “ancha avenida neoliberal macrista”, ubicaba a Alfonso entre las palomas, frente a los mencionados halcones.

La decisión de subordinar las políticas públicas a los organismos multilaterales de crédito, la tecnocracia y las “mejores prácticas del mercado”, en algún tiempo futuro pueden regresarnos al mismo caos que ya hemos experimentado. Mucho antes de Macri y Temer-en los años noventa- numerosos políticos como ellos se rindieron al esquema hegemónico macroeconómico. Recuerde: en México Salinas de Gortari, en Argentina Menem, Collor de Mello en Brasil, Fujimori, Sánchez de Losada y Gutiérrez; en Perú, Bolivia y Ecuador respectivamente.

El FMI, el Banco Mundial y aun el Banco Interamericano de Desarrollo, habían incluido y/o adherido a la clásica receta ortodoxa como factor previo a cualquiera de sus políticas de asistencia financiera. Aunque en los noventa hubo momentos de avances en las tasas de crecimiento del PBI y cierta sensación de bienestar por la apreciación de las monedas-como hoy aquí mismo-, más tarde se vieron contrastados con el aumento del endeudamiento, la desigualdad y la pobreza, debido al endurecimiento de las exigencias de esos organismos.

El tema va tomando especial interés desde el inicio del segundo año de gobierno del presidente Macri en la Argentina, país que alguna vez asumió el rol de “mejor alumno del FMI”, adaptando sus políticas a los requerimientos y condicionalidades progresivamente, antes de ingresar en el mayor default de la historia mundial, en diciembre de 2001. Por cierto, los mismos actores locales que se mueven por todas partes, comienzan a impulsar una denominada “vuelta a país normal”, entendiendo lúcida una reconciliación crediticia con el FMI. El sofisma consiste en que el FMI  puede brindarnos tasas de interés mucho mas convenientes que la que nos esta cobrando la banca privada, y eso es cierto-obviando las “condicionalidades”. Estemos atentos, aunque tal vez me adelanto otra vez, pero la campaña sería algo así como: “El FMI, es el CARITAS FINANCIERO para la ARGENTINA”. Si el “efecto Trump” es fuerte sobre las tasas de interés, el FMI puede llegar a prestarnos antes de octubre-digamos que existe una probabilidad asociada de ocurrencia de 30%-. Si Macri aguanta para evitar los ignominiosos abucheos hacia sus auditores alojados en el Sheraton de Retiro, pero “Cambiemos” pierde las elecciones de medio tiempo en octubre, la probabilidad asociada de ocurrencia del retorno supera el 60%.