Que el denominador común entre la desaparición de Santiago Maldonado y Julio López es que sucede en democracia es una zoncera, o una afirmación simplona, que le guiña un ojo a la teoría de los dos demonios.

Sin relatos con buenos y malos, contextualizar cada desaparición sin globitos ni banderas, dos puntos:

El gobierno anterior pidió disculpas en nombre del Estado por la dictadura cívico-militar más sangrienta del cono sur, recuperó excentros clandestinos de detención (no solo los señaló sino que los apropió como espacios para la cultura), repatentó el 24 de marzo, en las escuelas, en la comunicación, en la sociedad -festejos del Bicentenario, Paka Paka, TV Pública y Encuentro, y Tecnópolis-, protegió testigos y hasta fue querellante en distintas causas de delitos de Lesa Humanidad.

Sin olvidar el impulso y visibilización de la lucha de las Madres, Abuelas y cuánto organismo de DDHH golpeara la puerta de casa Rosada, desde los que fueron víctima de la masacre de Margarita Belén a los del Apagón en Jujuy del 28 de julio.

En ese contexto vuelve a desaparecer Julio López, con el Estado ubicado en un lugar muy visible del mostrador de la causa 'Memoria'.

Claro que tiene responsabilidad un Gobierno que cuidaba de él. Pero que no se escape qué causa y contra quién debía declarar López y el poder del ex Comisario Etchecolatz aún por entonces en la Provincia de Buenos Aires.

Archívese.

Otra causa: relación del Estado con la causa mapuche.

El Gobierno de Mauricio Macri puso al servicio de los dueños con papeles de la tierra la maquinaria represiva nacional.
Particularmente en el Sur, el clan Macri es habitué de Villa La Angostura, un barrio privado abierto al público donde invierten los hombres más ricos del país.

El peor enemigo de la causa mapuche es Joe Lewis, el que cercó Lago Escondido y quiere privatizar el Mallín Ahogado en El Bolsón para encarar un megaproyecto inmobiliario cagándose en 1500 familias e incluso violando leyes provinciales y municipales.

Dato: el intendente de El Bolsón fue excontador de una de sus compañías -Laderas SA-, aunque en los papeles ya no pertenezca.

Ese tipo, Lewis -dueño del club Tottenham de la Premier-, es amigo de Macri, al punto de prestarle su helicóptero para que se llegue con su familia hasta su fortaleza patagónica en medio del paraíso y hasta decidir imponer como directora de Radio Nacional Neuquén a una exCeo de una de sus empresas.

El conflicto con el Lof Resistencia Cushamen no es con Lewis sino con Benetton ¿Por qué? Porque durante el Gobierno anterior la causa mapuche estuvo en agenda y se reconoció a la comunidad parte de las tierras que reclamaban.

Muy distinto es mandar a Gendarmería a desalojar con represión familias con niños mapuches que labran la tierra con excusas que van desde que las vías de La Trochita pasan por el lugar hasta que vieron dos ovejas del vecino en sus terrenos. O que son terroristas, que es finalmente lo que consideran –como en Chile-, a los luchadores sociales que reclaman mucho menos que toda la Araucanía.

No es lo mismo que un Gobierno en el marco de la creación –o intento-, de una nueva ley de medios, escuche la propuesta de los pueblos originarios del país. Y mucho menos que en la nueva autoridad Federal de seguimiento de esa Ley (AFSCA) la voz de esos pueblos sea el operador de la radio mapuche de San Martín de los Andes, Matías Melillán.

Como FM Pirca en Jujuy, la FM Pocahuyo no tiene nada de K. Tampoco lo es la ideología de la mayoría de los integrantes del barrio intercultural que se erigió en las afueras de San Martín, y sin embargo fue impulso del demonizado gobierno anterior. Como la tv mapuche y las radios en Bariloche, por citar los casos que uno conoce de cerca, bien de cerca por haberlos visto parir. Por hablar de comunicación y de música y de política y de mujeres y de familia con los actores.

Uno sospecha que a Julio López no lo desapareció el Estado que lo protegía, sino más bien los chacales que aún perseguimos y queremos ver presos (sin 2x1 ni domiciliaria), ya sin un Estado que nos respalde.

A Santiago Maldonado se lo vio por última vez corriendo para zafar de las garras de las balas y las botas que mandó el Estado -¿por encargo de intereses económicos?-, para reprimir una comunidad de menos de 50 personas, en medio de Chubut, de madrugada y sin avisar, como en la noche peor.

Esta otra vez, cada vez peor.