El neoliberalismo es nefasto, desde su  implantación en el mundo allá por mediados de los 70 con Reagan y Margaret Thatcher  se frenó el crecimiento económico y sobre todo se concentró la riqueza en pocas manos con lo que se agudizó fuertemente la desigualdad entre las naciones y al interior de las mismas. Bueno, lo libertario es peor.

Pero dentro de lo peor nos tocó lo peor de lo peor. La ultra derecha es una desgracia que tiene expresiones en muchos países del mundo como  Estados Unidos con Trump, Italia con Meloni o Hungría con Viktor Orbán. Ninguno de estos gobiernos son para aplaudir con su política conservadora, retrógrada y represiva en lo social y su rechazo a los derechos de las mujeres y de las minorías ya sean por orientación sexual,  por su origen o  por su color de piel, sin embargo todos ellos tienen un rasgo común: son fuertemente nacionalistas, defienden sus procesos productivos especialmente los industriales.

En el caso argentino el gobierno coincide con las políticas reaccionarias en cuanto a lo social y la  reducción de derechos, también comparte el desprecio por la democracia pero lejos de ser nacionalista su postura es totalmente entreguista, sumisa hasta la exageración con respecto al imperio dominante, débil rayana en su inexistencia en defensa de la soberanía nacional, lejos de defender la industria nacional la ataca, con escasas excepciones para los grupos concentrados.

El gobierno agrede a las Pymes por el lado de los costos generando incrementos en los insumos como energía y los precios de las materias primas, por el lado de la demanda debido a la reducción de las ventas por la recesión y amenaza con abrir la importación indiscriminada de productos terminados.

Por otra parte su conducta es contradictoria con las ideas que dice sostener. Se supone que un libertario quiere reducir al máximo el poder del Estado sin embargo lo primero que hace el gobierno es dictar un DNU y enviar al congreso un proyecto de ley  por los cuales se otorga al ejecutivo la suma del poder, rara forma de limitar el imperio del Estado. Por supuesto Milei y los economistas que lo guían ignoran el hecho que el gran desarrollo del capitalismo de la mano de la revolución industrial coincidió, y no casualmente, con el surgimiento, avance y  afianzamiento del Estado moderno.

La idea libertaria sería regular lo mínimo indispensable eliminando todas las medidas que determinen el comportamiento de los individuos pero una de las cosas que hace es prohibir el lenguaje inclusivo en todos los ámbitos en que lo puede. Si hay algo que pertenece a las personas es su forma de hablar empleando el lenguaje que quieran. Todos los regímenes autoritarios se preocuparon de prohibir el libre uso de la lengua (piénsese la persecución del euskera y el catalán durante la dictadura de Franco).

El gobierno declama que ellos son lo nuevo pero en materia económica Milei se adscribe a la escuela austríaca que tiene casi un siglo de antigüedad. Lo que sí podría decir sin mentir es que es novedoso en su implementación porque nunca se puso en práctica en ningún lugar del mundo dada su evidente falta de coherencia. Razón tenía Keynes cuando dijo acerca del libro de Hayek Precios y producción, que era  "uno de los más espantosos embrollos que he leído".

Una gran contradicción es que Milei considera que el Estado es por definición una organización criminal y mal puede conducir un estado quien tiene esa concepción, solo buscará su destrucción. Es como poner a un pirómano a dirigir un cuartel de bomberos

Una característica de este gobierno y llevada al máximo por su líder es la agresión y el desprecio permanente a todos los que no comulgan con sus ideas. No son accesos de cólera los que provocan sus improperios, es su estado de beligerancia permanente que en ocasiones logra sofocar. Algo que es común a todos los integrantes del gobierno es la crueldad y más que eso el goce con el dolor ajeno ya se trate de quienes padecen enfermedades y son privados de remedios esenciales o quienes pasan penurias extremas sin ser socorridos por el estado  y encima son culpabilizados de su situación.

No se salvan de este placer por la destrucción expresiones artísticas como el cine sin ni siquiera medir el nulo o ínfimo impacto que tiene en el gasto público, se trata de mostrar como un valor hasta donde puede llevar el salvajismo. La cultura y las ciencias son arrinconadas para que, si son rentables pasen al ámbito privado y si no lo son simplemente desparezcan. Es sintomático el ataque al CONICET un organismo de prestigio internacional: se declara abiertamente que lo único que merece atención son las actividades que tengan una aplicación práctica inmediata, mal se verían Platón, Pitágoras, Darwin o Einstein para obtener una beca. Clara es la inquina contra las Universidades públicas que son un orgullo nacional; ni siquiera la advertencia de decenas de científicos galardonados con el premio Nobel atraviesa la coraza de odio a la cultura que ostentan la gran mayoría der los miembros del gobierno.

El delirio libertario no percibe las contradicciones que le son intrínsecas. Por ejemplo si cada individuo es libre de hacer lo que le plazca puede decidir si vacunarse o no, pero es claro que esa decisión no afecta solo a él sino al conjunto de la sociedad. Enfermedades que diezmaban a comunidades enteras en el pasado han prácticamente desaparecido porque todos fueron vacunados en ciertos casos vulnerando su sacrosanto derecho a hacer lo que quieren. Si se trata de eliminar regulaciones qué tal si sacamos los límites de velocidad en calles y carreteras y por qué no los semáforos.  

La más elemental lógica es vulnerada y también puede ser libremente adulterado el pasado. Una  muestra de falsear la historia que evidencia la falta de conocimiento de la historia económica argentina y  mundial que demuestra Milei es cuando añora la fantasía de que Argentina era una potencia mundial al principio del siglo pasado y que tenía el mayor ingreso per cápita. En primer lugar en ese momento no existían métodos para medir el PBI ni registros del mismo y en segundo lugar sería como decir hoy que Catar es una potencia mundial. Pueden tener un alto ingreso per cápita pero concentrado en un reducido grupo de privilegiados tal como ocurría en la Argentina a fines del siglo XIX y principios del XX, muy lejos de ser una potencia mundial. Además de la desigualdad enorme ese período no fue un plácido aumento de la riqueza; fuertes crisis se produjeron con cierta frecuencia siendo la más profunda la de 1890 de tal magnitud que el país casi despoblado vio reducida su población.

Nos queda el  consuelo de que más temprano que tarde se va caer el velo que aún impide ver la realidad a una parte de la población pero seguramente vamos a pagar caro el desaguisado que está ocurriendo.