Marcelo Gallardo les dijo a los hinchas de River, “cierren los ojos y piensen si nos hubiera tocado perder ese partido,” refiriéndose a la final de la Copa Libertadores jugada en Madrid. Es decir que los instaba a suponer algo desagradable (para los de River) cuando en realidad lo que pasó fue muy satisfactorio para ellos.

Yo me propongo invertir la fantasía: les propongo soñar una situación buena en lugar de la que en realidad existe. Soñemos como sería el mundo si en lugar de existir la libre circulación del capital y la muy limitada movilidad de las personas fuera al revés, con circulación muy facilitada para las personas y fuertes restricciones para el movimiento de los capitales.

Esta situación merece el calificativo de fantasía dada la situación actual pero sería muy razonable, basta con poner a la consideración de los seres humanos por encima del capital.

Hoy los estados compiten con brindar ventajas de todo tipo a los capitales tales como libre acceso para ingresar y también para salir por cualquier causa o sin ninguna razón que lo justifique.

También compiten para ofrecer los impuestos más bajos nominalmente y para hacer la vista gorda para su evasión y aceptando contratos a muy largo plazo para que las inversiones en infraestructura se aseguren una muy alta rentabilidad y para que en caso de incumplimiento de sus obligaciones contractuales los posibles litigios se instruyan en los fueros que aseguren el trato más benigno. Cuando se trata de inversiones productivas ante el menor problema ya sea por cuestiones laborales o intentos de regulación por el Estado que pretenda poner un límite a los deterioros del medio ambiente los inversionistas amenazan con mudar sus fábricas a otros países con menos pruritos.

Los lugares preferidos por los capitales dependen de su naturaleza: si se trata de inversiones físicas los más apetecibles son aquellos países con los salarios más bajos y con menor protección social para los empleados, si se trata de capitales especulativos (los que obtienen su renta del mismo sistema financieros, es decir sin aportar nada al mundo real de bienes y servicios para la sociedad) los lugares preferidos son los llamados paraísos fiscales, que en realidad de deberían llamar guaridas fiscales.

Pero en realidad no tienen nada que temer porque si algo sale mal ya estará el Estado para socorrerlos como sucedió en la crisis del 2008, porque eso no se considera una intromisión perniciosa al libre mercado.

En la fantasía de capitales anclados en los territorios y libre circulación de personas los gobiernos tendrían que competir para atraer a los trabajadores ofreciendo mejores salarios, empleos más atractivos, más horas de ocio y condiciones para poder disfrutar de ellas.

Dentro de la oferta seguramente estaría un sistema robusto de salud pública, unas eficientes instituciones educativas gratuitas que vayan desde el preescolar hasta la Universidad e ingresos garantizados para asegurar el bienestar a quienes se retires por edad.

Por supuesto los requerimientos más atrayentes estarían destinados a los más dotados de conocimientos lo que sería un incentivo para la capacitación. Los trabajadores que desearan ahorrar podrían invertir y constituir un capital que debía permanecer en el país que permitió su formación.

En este mundo no existirían las peligrosas balsas que surcan el Mediterráneo ni los espantosos caminos de América Central ni los muros.

No se me escapa que todo esto es una utopía pero frente ante tantas distopías algunas de las cuales desafortunadamente se están haciendo realidad podemos darnos el gusto de cerrar los ojos y pensar como sería un mundo distinto.