¡Sí! se lo merecen. Por tanto que hicieron para tener el gobierno que los pudiera representar honorablemente.  

Aún desde la tristeza de la derrota- de tantos y mía- no quisiera ser mezquino y felicito a la muchedumbre de colegas en pleno alborozo por el nuevo gobierno. Los acompaño en su alegría largamente trabajada desde los medios con tan militante frenesí.

Mi felicitación no enumera nombres, ¿Para qué remarcarlos? Abarca a los muy famosos, a los modestamente famosos o a los aspirantes a serlo que tan denodadamente usaron la pluma y la palabra para derrotar al enemigo y lograr que triunfe el amigo. Cientos, miles de colegas de cualquier sexo y de cualquier currículum, asalariados, rentados, auspiciados, becados, cautivos, vacilantes, indecisos,  pero siempre afanosos y entusiastas durante años para que concluya la etapa popular, al fin obtuvieron su premio. El de un presidente a imagen y semejanza.

Claro que los envidio porque sé  desde hace doce años qué bien se siente uno cuando adhiere a un gobierno que justifica la adhesión. Que lo enorgullece. Disfruten colegas  de esta hazaña democrática; sean periodistas, comunicadores, locutores, panelistas, columnistas, redactores, analistas, movileros, opinadores, charlistas, colaboradores, fotógrafos, reporteros, caricaturistas, dibujantes. Festejen junto a sus medios que los alentaron para que no dejaran de coincidir con ellos.

Y agradézcanle a este fantástico oficio permitirles ser coherentes y honestos consigo mismos.

¡Sean felices con el nuevo gobierno!

Nuestra tristeza todavía está triste.