“No dejés los días pasar” reitera Gavin Rossdale dándole paso a un estribillo que nunca arranca e interrumpe a su vez con el mantra Glycerine. Corría 1994 en todo el mundo cuando el cuarto corte de difusión del álbum debut de los ingleses Bush explotaba en Inglaterra después de haberla pegado fuerte en los Estados Unidos. Lacónicamente la revista Revolver definía a Bush: “es como si una banda uruguaya se llamase Alfonsín y tuviera mucho éxito en la Argentina”.

Sucedió, como solían suceder antes las cosas, que un locutor de una radio universitaria yankee recibió Sixteen Stone de unos británicos que hacían grunge, y se copó, y entró a girar Everything Zen y fue un hit instantáneo. Al que le siguieron el inoxidable Little things y la maravillosa Comedown. Y antes de que su primera canción, Machinehead, sea por todos conocida, tardíamente, ya había rotado Glycerine, y entraba en la historia grande de la música.

Porque SS es un discazo de hardrock, de grunge, como se lo llamaba en esos años, por la distorsión de las guitarras y el éxito de Nirvana, pero Glycerine fue un hito musical que trasciende el álbum, veamos por qué.

Porque un hit está compuesto de estrofa, estribillo, estrofa, estribillo, puente y, finalmente, estribillo. Los amantes del pop conservamos esa fórmula como nuestro santo grial. Pero en Glycerine todo preanuncia un estribillo maravilloso, épico.

Pero no arranca.

No dejes los días pasar, y glicerina, glicerina, que no sabemos qué será, qué mierda significará, glicerina. Glycerine. Qué picardía con esa estrofa tan linda desperdiciar la voz aguardentosa de Gavin, la urgencia grunge, la tristeza contenida en las palabras, la ausencia. Ese cello subraya el ingreso del estribillo que no es: Glycerine. El cello es la alfombra roja del estribillo que no fue a los oscar. La puta madre. Ese cello. Glicerina.

Seguramente Bush dinamitó los puentes también, el canal de diálogo, pero no, el puente está ahí, donde debía estar: entre un estribillo y el otro. Sólo que hay aridez y glicerina a ambos lados del río. Pero el puente está ahí: luna negra, blanco de vuelta, luna negra, blanco otra vez, y ella cae alrededor mío. Y el cello siempre. El puente perfecto en territorio arrasado. La canción pop perfecta sin estribillo. Un chiste de buen gusto. Acaso la metáfora definitiva de la tristeza. La canción es tan desconsolada que perdió su estribillo. Glicerina.

Don't let the days go by.

Tiempo después Gavin Rossdale conoció a Gwen Stefani y nació el amor, un amor que continúa hasta hoy, y que los trajo conjuntamente a Buenos Aires, uno con Bush, la otra con No Doubt, a un show en Ferro, que cerró David Bowie. Fue 7 de noviembre de 1997. Glycerine.