Las entradas para ver al Indio Solari el próximo 12 de abril en el hipódromo de Gualeguaychú se pusieron a la venta el lunes 10 de marzo. Ese día, desde la noche anterior se había comenzado a juntar gente, tanta, que la organización abrió las puertas cuatro horas antes de lo previsto.

El lunes "tardé dos horas y un poco más en sacar la entrada, y eso que había diez cuadras de cola, estaba bien organizada, tres ventanillas, iba rápido", le dijo Ariel Goldwasser -32 años, docente-, a Diario Registrado


"Saqué cuatro entradas, te daban las que quisieras, varios amigos me mandaron mensajes para que les saque pero sólo tenía guita para estas", cuenta y muestra feliz, el boleto número 06776.

Va a ir al recital "con muchos amigos, mi novia, amigos suyos, alquilamos dos casas al lado del río en San José, cien kilómetros al norte Gualeguaychú".

El martes, después del mediodía, ni bien amainó el malón, se pudo sacar la entrada sin problemas. Este cronista pidió cinco y encontró en quienes llegaban y salían enseguida con el ticket en mano, la grata sorpresa. "Está de fiesta venir, sacarla e irse", dice un pibe de casi dos metros de altura, mientras pregunta a cuánto la remera.

Hay puestos, como en los recitales, de remeras, de choripan, de latas de gaseosas y de cerveza. Hay volanteros de esos que organizan viajes. "Vamos en banda en una combi", dice el grandote y no mucho más, después posa para la foto que grafica esta nota.

Dos pibes y una piba se bajan de un fiat uno rojo, preguntan dónde "sacamos las entradas para el Indio maestro". Al rato, ya con un manojo en cada mano para "todos los amigos con los que vamos", posan para la foto.

Este jueves antes de las 10 de la mañana, horario en que se abren las puertas para el expendio, ya hay fila en la puerta del estadio Malvinas. Un doctor, unos amigos separados por dos generaciones y unidos por la misma música, una madre que le fue a sacar la entrada a su hijo, y también madre e hija, que hacen como la mayoría, un ritual de cada show del exRedondo.



El hombres es "paramédico", mientras cuenta que "vine antes de entras al laburo, ya con el ambo", le suena el celular. Su ringtone es Yo Caníbal, de Los Redondos. Es uno de los primeros en una fila de más de cincuenta personas.

Una mujer con su hijo, al nene le gustan Los, pero no llega a decirlo de la verguenza, su madre lo alza entre risas. Hay dos amigos, "de Cañuelas city, ja", el más joven se llama Mariano, es una generación menor que otro.

"Me encanta el pensamiento que tiene el Indio, gracias a mi hijo", cuenta una señora sola, que dice que fue a sacar la entrada para "mi niño". "Yo no lo conocía al Indio, y somos de la misma época, empecé a escucharlo por mi hijo, a mi me gusta que él, de alguna manera está en contra del sistema, que es lo mismo por lo que peleábamos nosotros cuando jóvenes", cuenta la señora y los de la fila la escuchan atentamente.

Cierran la fila madre e hija. El caso es inverso, la mujer mayor cuenta: "Mi hija conoció al Indio por su padre, y yo vengo a acompañarla. Vamos juntas, fuimos a Mendoza, vamos a Entre Ríos".

La piba no habla, su madre monopoliza el discurso: "La previa es esto, ya se empieza a palpitar con la entrada en la mano, se escucha al Indio todos los días durante un mes antes, llegás al lugar...". Parece que va a quedarse sin palabras, pero remata: "Es un ritual, es un fenómeno sociológico".