Son las tres y media de la tarde y los turistas -la mayoría de ellos alojados en el Hotel Meliá de la playa Barrosa- vieron como la vida puede mostrar crudamente los contrastes: por un lado el dolce far niente vacacional, y del otro la imperante necesidad de dejar las dificultades atrás y echarse al mar hacinado en un endeble bote neumático para buscar un nuevo rumbo.

Los inmigrantes africanos descendieron corriendo de la embarcación y se dispersaron rapidamente. Sin embargo no todos lograron escapar: 25 de ellos (19 niños y 6 adultos) fueron apresados por la policía y llevados a la Cruz Roja para luego ser trasladados a los campamentos de inmigrantes ilegales.