Mientras Michel Temer se niega a renunciar como presidente brasileño a pesar de que las denuncias sobre corrupción pesan más y más sobre sus hombros, las protestas para reclamar su renuncia se suceden en las principales ciudades del país y son cada día más numerosas.

Es lo que ocurrió este miércoles en la capital Brasilia, donde más de 25.000 personas –según estima la policía– reclamaron su dimisión y fueron reprimidas con gases lacrimógenos y gas pimienta cuando intentaron atravesar el cerco perimetral con efectivos policiales rodean la Legislatura.

Ante esta situación, el propio Temer ordenó por decreto que el Ejército y otras fuerzas federales intervengan en la situación, para “contener” y reprimir a las masas brasileñas movilizadas.

Según anunció el ministro de Defensa, Raúl Jungmann, en un pronunciamiento por la televisión oficial, la medida busca proteger los edificios públicos frente a las multitudinarias protestas y los eventuales ataques a dependencias públicas, como ocurrió este mismo miércoles en el Ministerio de Agricultura.