"Fue muy difícil", relata en una entrevista Kampusch, cuya experiencia llenó los titulares de todo el mundo, incluso se hizo una película basada en su historia -"3096 días"- ahora cuenta que "no tenía ningún cimiento sobre el que construir, no había socializado con jóvenes, con gente de mi edad". 

Luego de que lograra huir de la casa donde la tenía retenida su captor, Wolfgang Priklopil, quién se suicidó el mismo día del escape, no todo fue amabilidad y simpatías para ella. 

Después de pasar esa terrible experiencia, donde Priklopil la privó de años vitales (fue secuestrada con 10 años) que incluyó repetidos abusos y maltratos en el sótano de la casa, Kampusch recibió en libertad mensajes de odio, gritos en la calle e incluso ataques violentos. 

Natascha explica que estos mensajes en contra de ella surgen de la percepción de que se enriqueció a raíz de lo sucedido, a lo que se suman teorías conspiratorias varias surgidas a lo largo de la última década.

"No estoy enojada. Solía estarlo, pero me di cuenta de que se puede lograr mucho más con estoicismo. La gente así no cambiará, no importa cómo me comporte con ellos", señala.

También tuvo que sufrir las miles de leyendas que se crearon al rededor de ella y su terrible historia, desde la existencia de un hijo entre ella y su captor -supuestamente enterrado en el jardín de la casa del secuestrador- hasta la de una supuesta red de sexo infantil en la que estaría implicada la élite austríaca y que habría asesinado al ingeniero de telecomunicaciones desempleado, cuando su rehén escapó para que no se fuera de boca. 

Pero les hace frente y agrega que "esa gente malvada" es una "ínfima minoría". Y cuenta que la mayor parte de la gente simplemente la deja tranquila -su reacción preferida- mientras que otros trastaron de reconfortarla. "Un montón de gente quiere abrazarme. No es genial, pero está bien, si es lo que quieren", cuenta. 

A diez años de haber logrado la libertad por un descuido de su captor, Kampusch acaba de escribir un nuevo libro en el que explica las dificultades a las que se enfrentó al volver a la vida normal. 

"Hace unos años, pasé por una fase en la que empecé a rechazar al mundo exterior, ese que había anhelado tanto", escribe en su libro, según extractos publicados por los medios austríacos.

Natascha, quien hace 10 años se convertía en noticia luego de haber estado ocho años cautiva (desde los 10 años hasta los 18) ahora tiene 28 y es consciente que su caso provoca fascinación y morbo, y no se resigna, se niega a detallar cada detalle de su encierro como algunos exigen, pese a que sabe que ello contribuye a alimentar todo tipo de rumores. 

"Para algunas personas (...) yo era una provocación. Posiblemente, porque no podían entender mi forma de lidiar con mi secuestro y mi cautiverio", considera.

En su libro, relata que la sociedad necesita "supuestos monstruos, como Wolfang Priklopil, para ponerle cara al mal que vive en ellos".

También para la sociedad, es raro saber que Kampusch es dueña de la casa de Strasshof, en las afueras de Viena, en la que permaneció retenida tantos años, y que ahora la mantiene vacía. 

Explica que no quiere venderla por miedo a que el nuevo propietario la convierta en un "parques de atracciones de los horrores". La visita dos veces al mes, para ocuparse de asuntos prácticos como el jardín. 

"Soy una gran fan del siglo XX, pero soy joven y tengo que tratar con gente en el siglo XXI. Tengo que integrarme en este siglo", subraya.

Amante del cine y la música, explica que le gustaría estudiar "psicología o quizás filosofía", y hacer más trabajo en el campo humanitario. A sus 28 años, Natascha Campusch fundó un hospital infantil en Sri Lanka y trabajó con refugiados.