El expresidente derechista Sebastián Piñera logró una victoria muy clara sobre el socialdemócrata Alejandro Guillier y será de nuevo presidente de Chile por cuatro años. Con la totalidad de las mesas escrutadas la diferencia fue de 10 puntos, muy por encima de lo esperado, lo que significa una derrota muy dura para el progresista, que claramente no logró movilizar hacia él a ese 20% de chilenos que apoyaron en primera vuelta al izquierdista Frente Amplio. Guillier perdió incluso en su región, Antofagasta. Esta victoria consolidaría en Chile el giro liberal de la región que arrancó en 2015 en Argentina con la victoria de Mauricio Macri, fiel apoyo de Piñera, tanto que incluso provocó una gran tensión diplomática al respaldarle abiertamente en plena campaña.

En el equipo de Guillier señalaban que al final la votación fue más baja de lo esperado y cayó con respecto a la primera vuelta, lo que apuntaría que el candidato progresista no logró la movilización del voto del Frente Amplio que necesitaba para darle la vuelta a una elección en la que nunca fue favorito. Guillier trató de convertir la elección en un plebiscito a Piñera, uno de los hombres más ricos del país, y movilizar el voto anti-derecha, pero no lo logró. Las encuestas, que apuntaban un empate técnico, volvieron a fallar.

Chile debatía si hacía un giro a la derecha con Piñera o se mantenía con Guillier en el eje de centro izquierda en el que se colocó con Michelle Bachelet hace cuatro años, y que ha dominado casi toda la etapa democrática reciente de este país. Pero lo cierto es que el cambio no será radical en ninguno de los dos casos. Incluso Piñera, en la recta final, ha aceptado indirectamente la polémica gratuidad de la educación universitaria que promovió Bachelet. Piñera, que no tiene mayoría en el Parlamento, necesita acercarse a diputados progresistas moderados para sacar adelante sus leyes, y eso garantiza un giro tranquilo. La moderación final del expresidente en la recta final de la campaña parece haber tenido un muy buen resultado en las clases medias.

Con Guillier habría profundización de las reformas progresistas de Bachelet, con Piñera habrá frenazo y replanteamiento, pero es difícil imaginar una marcha atrás radical ni siquiera en una ley tan polémica para la derecha como la despenalización parcial del aborto, aprobada por Bachelet en la recta final de su mandato. Lo más probable es que Piñera no de un paso más en derechos civiles ni en reformas progresistas pero es difícil imaginar un fuerte retroceso. No tiene fuerza política para hacerlo ni ganas de meterse en ese avispero.

Fuente: El País