Es una de las ciudades que acumulan más turismo extranjero de todo el país -en estos días llegaron 800 mil turistas- pero las calles de Río tienen un doble paisaje: por un lado los preparativos para la clásica fiesta en la playa de Copacabana, con recitales y fuegos artificiales, y por el otro, las colas de empleados públicos para recibir bolsones con productos de primera necesidad.

El gobierno local, en tanto, declaró el "estado de calamidad económica" ya que no puede hacer frente al pago de salarios desde noviembre último. Movilizados por la solidaridad hacia sus colegas que dependen del estado, trabajadores de la justicia y otras dependencias estatales recolectan alimentos, artículos de limpieza y otros productos de la canasta básica para enfrentar el hambre de los trabajadores públicos que llevan casi 60 días sin cobrar salarios, mucho menos los correspondientes aguinaldos.

Los sindicatos de empleados, médicos y policías de Río realizan constantes protestas contra la gobernación, que todavía no puso fecha para el pago del aguinaldo. El gobernador de Río, Luiz Fernando Pezão, firmó un decreto declarando un régimen administrativo de emergencia. Se trata del estado más golpeado por la crisis que comenzó en 2014, tomó fuerza en 2015 -la recesión alcanzó un 3,8%- y se mantuvo en  2016, con la previsión de cierre con 3,5% de recesión, según los analistas.

La solidaridad por ahora fue encabezada por los trabajadores dependientes del Poder Judicial. En la sala del sindicato Sindjustiça se reciben y ordenan montañas de donaciones, con productos de primera necesidad en paquetes para repartir entre los empleados públicos cuyos haberes están adeudados.

Con tiendas y shoppings vacíos, los comercios sufren la crisis en la merma de la demanda: las ventas navideñas en los grandes centros de compras se desplomaron 9% respecto de 2015, según la consultora Serasa Experian.

En los últimos días la escena de Bernardo Ferreira, un jubilado que lloró ante las cámaras cuando recibió una bolsa con alimentos, mostró la cara más dura de la recesión: "Uno tiene que pasar vergüenza. Esto es muy triste, nunca imaginé que debería recibir una donación", dijo.