"Nadie nos había advertido nada sobre un riesgo de tsunami: de hecho, antes de ese momento no era muy común escuchar esa palabra. La noche anterior hubo un sismo pero a nadie le llamó la atención", explicó a Télam la médica Bárbara Villafañe, quien por entonces tenía 25 años y disfrutaba con su madre de unos días en la isla de Phi Phi, como regalo de graduación.

El terremoto de 9,3 en la escala Richter y 10 minutos de duración que dio origen al tsunami se había producido a unos 500 kilómetros de allí, frente a las costas del noroeste de la isla de Sumatra (Indonesia), a las 6.58 hora local y a unos 10 kilómetros de profundidad.

Y si las víctimas fatales fueron tan numerosas fue porque nadie estaba preparado para reconocer las señales de un tsunami o reaccionar ante una alerta, dado que era la primera vez en 100 años que un maremoto originado por un sismo en el Índico iba a afectar las costas circundantes.

Al biólogo bonaerense Ezequiel Gaspes, quien estaba de luna de miel con su esposa Cecilia, le llamó la atención cómo "la bahía que veíamos desde nuestra habitación, se empezó a vaciar" y cómo "el agua, que siempre era turquesa, se puso amarronada".

Sin embargo, de haber estado en la playa y no en un segundo piso de hotel, no habría tenido tiempo a nada, porque acto seguido -a eso de las 10.30 de la mañana- vino la gran ola que se llevó todo a su paso y llegó a salpicar la ventana de la pareja, a unos 10 ó 12 metros de altura.

"Estábamos alojados frente al mar. Recuerdo que era un día bárbaro, desayunamos y nos fuimos a la playa, pero después subimos a la habitación para buscar una llave. Y a los 5 o 15 minutos de estar ahí, volvemos a mirar por la ventana y resulta que el agua había llegado al balcón y ya estaba medio metro abajo", contó a Télam.

Las chances de sobrevivir se habrían achicado considerablemente también para Bárbara Villafañe y su madre si no hubieran postergado la salida a la excursión que tenían planificado hacer ese día en otra de las islas.

"Estábamos en un complejo de cabañas a una cuadra de la playa, pero del lado opuesto de la isla, así que recibimos la ola de rebote y no de frente; incluso así el agua llegó hasta el piso pero no entró", contó.

El maremoto posterior, que llegó en primer lugar a la ciudad indonesa de Banda Aceh -con olas de hasta 30 metros- afectó no sólo a los países asiáticos que bordean el Índico (Indonesia, Sri Lanka, Tailandia, India, Myanmar, Malasia, Bangladesh), sino a otros países de la región y africanos, como Somalia, Tanzania, Kenia, Madagascar y Sudáfrica.

"No sabíamos de qué se trataba; veíamos mucha gente herida o perdida y no había teléfono, radio, luz ni agua. Nos indicaron subir a un morro porque decían que se venía una ola más grande, así que cargamos todos los alimentos del frigobar y abandonamos el hotel", contó Gaspes.

"Cuando volvimos ya eran las 8 de la noche y había dos helicópteros en la cancha de tenis para llevarse a los más lastimados. Perdimos todo: pasaporte, pasajes, tarjetas, plata. Recién a la medianoche pudimos tomarnos una lancha hasta Pukhet, y de allí un avión del ejército hasta Bangkok, donde nos estaban esperando del consulado argentino y a las 19 pudimos tomar un Hércules de regreso", agregó.

A pesar de que su hotel no se inundó ni faltaron allí las provisiones o medios de traslado, Villafañe vivió igualmente muy de cerca el desastre ya que, al ser médica, no dudó en asistir a los heridos.

"El agua se retiraba más de lo normal, pero cuando salimos de la habitación, empezamos a ver las casas destruidas, gente lastimada, todo el mundo corriendo. Por eso nos juntamos con otros médicos, cada uno fue aportando lo que tenía en su botiquín e improvisamos una sala de primeros auxilios usando las colchonetas del spa", contó.

"Yo había hecho prácticas en el hospital de Tigre, así que sabía qué hacer en ese momento. Sobre todo atendimos personas que necesitaban vendajes compresivos, suturas, anestésicos y antibióticos", agregó. Ambos, aseguran hoy que volverían a Tailandia y, antes que traumas, la experiencia les dejó valiosos aprendizajes.

"Durante el primer mes y medio mi esposa se despertaba todas las noches diciendo '¡viene el agua, viene el agua!', pero nos recuperamos y no pasó a mayores. Lo tomamos como algo que nos mostró que siempre es importante ayudar", dijo Gaspes. Para colmo, un día después de que ambos llegaran a Buenos Aires, ocurrió la tragedia de Cromagnón.

Y Villafañe concluyó: "Todo el tiempo uno está pensando que le puede pasar algo en cualquier momento y uno tiene como empatía con el otro cuando pasa una cosas como ésta".