César González cayó preso a los 16 años. En los cinco años que pasó en la "tumba", estudió y leyó mucho, mucho. Cuando salió no había dejado de ser César, ni González, pero comenzó a hacerse llamar Camilo Blajaquis, Camilo por Cienfuegos -uno de los artífices de la revolución cubana-, y Blajaquis, por uno de los personajes clave de Operación Masacre, libro de Walsh.

Este pibe de 24 años, criado y curtido en la villa Carlos Gardel de El Palomar editó dos libros, dirige la revista Todo Piola y estudia Letras en la UBA. Después de conducir un par de temporadas en Canal Encuentro el programa Corte Rancho, se lanzó a director cinematográfico. El resultado es una película en el bolso, se llama Diagnóstico esperanza, en la que también actúa.

La película fue autogestionada, pero logró el apoyo del Incaa una vez rodada. César explica sobre su trama que “es una ficción en la que se plantea una especie de ensayo sobre lo micro del capitalismo y cómo el consumismo ataca con locura a todas las clases sociales. A su vez es también un relato sobre la soledad en la que crecen los chicos de las villas". Los actores son la madre, hermanas, y amigos del barrio de González.

El poeta villero advierte que la pantalla, sea cine o tv, “representan al villero de una manera burda y exagerada, una visión que viene desde afuera con total impunidad. Los actores son de otra extracción social, o tal vez pobres que responden a las órdenes de un director que no lo es. Entonces se exageran gestos o vocabularios, anulando la potencia que por naturaleza y dolor llevan todos los villeros en su cuerpo”.

“Todo ser humano, hoy, posee en su psicología un lugar invadido por Hollywood. Desde el cine hasta los videojuegos, se propone un modelo de pistolero que cae preso para siempre o se muere épicamente. Yo busqué una estética propia por otro lado”, explica César sobre su intención como director.