La reciente salida de Alfonso Prat-Gay del Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas, del mismo modo que la expulsión de Isela Costantini de Aerolíneas Argentinas, expresa una ostensible definición política en las postrimerías del primer año de Cambiemos: el que no ajusta lo que el macrismo –y el FMI- requieren, se va. Parece haber tomado cuerpo la metáfora del “fin de la luna de miel” sostenida por la revista británica The Economist días atrás, y procesada por el núcleo duro del macrismo en clave electoral para 2017.

El que no ajusta (lo suficiente), se va. Mientras la resistencia de Costantini a la racionalización del gasto en Aerolíneas (y su duro pronunciamiento contra las low cost) le valieron el cargo al frente de la empresa estatal, los números rojos de déficit fiscal (superando el 7% del producto) opacaron la “exitosa salida del cepo” con la que Alfonso Prat Gay inició su gestión. Por su parte, el arreglo con los fondos buitres y el blanqueo, dos ítems que el oficialismo resalta como positivos, son medidas compartidas con Luis Caputo –quien logró quedarse al frente de la cartera de Finanzas-.

No es menor, en este sentido, que Nicolás Dujovne, el reemplazante en el renovado y dividido Ministerio de Hacienda, haya sostenido en noviembre de 2016: “hay mucho empleo público, mucho déficit fiscal y eso genera muchos impuestos y mucha necesidad de endeudamiento” (18 de noviembre de 2016).

A su currículum como ex jefe de economía del Banco Galicia, defensor de la Convertibilidad, de la salida dolarizadora en 2001 y del Central “independiente”, se agrega un dato bastante más fuerte: es también un hombre del grupo de medios Clarín.

No está demás repetir que la gestión de Prat-Gay incluyó una brutal transferencia de ingresos a los sectores concentrados de la economía a través de la devaluación del 60%, la quita de retenciones al agro, la industria y la minería, la eliminación del Impuesto a los autos de Alta Gama y la reducción de la alícuota del Impuesto a los Bienes Personales, entre otros. No echaron a John Maynard Keynes.

El Ministerio del Endeudamiento. Mientras las miradas se dirigen al reemplazante de Prat Gay, poco se ha dicho sobre la inédita creación de un Ministerio del Endeudamiento. En efecto, Luis Caputo fue premiado con la cartera de Finanzas (con rango ministerial y divorciada de Hacienda) por sus “logros” con los fondos buitre, la fenomenal lluvia de deuda en 2016 (cercana a los U$S 50 mil millones) y por su historial en las escuelas de cuadros de JP Morgan y Deutsche Bank.

Lejos del espanto por el exponencial crecimiento del endeudamiento externo, el “retorno al mundo” de la Argentina como país acreedor mereció un gesto de reconocimiento por parte del gobierno de Mauricio Macri, en este caso con la continuidad de L. Caputo.
 
La respuesta no es revertir, sino profundizar. El lastre del déficit no es lo único que le quita el sueño a Mauricio Macri, sino que se conjuga con el alto costo laboral, virtual obstáculo –de acuerdo a la ultra ortodoxia- para la llegada de inversiones. Si bien el consenso de los analistas pareciera coincidir en la necesidad de enchufar el cable del consumo (y por ende de los salarios) para crecer en 2017, el objetivo de la reducción del costo laboral es una idea fija e irrenunciable del mismísimo Mauricio Macri (amén del golpe a los ingresos de más de 10% en 2016). No hay revisión (y reversión) de los hechos: la salida del estancamiento es con profundización de las decisiones o, en otros términos, con más ajuste. 

En este contexto, Nicolás Dujovne no hizo más que sumar los puntos necesarios: “Es inviable para un país, e injusto para quienes lo sufren, que el 35% del empleo sea informal. Ello ocurre porque tenemos impuestos, una justicia laboral y regulaciones laborales inviables” (22 de noviembre de 2016). Costo laboral, allá vamos.