Según los informes oficiales, en un año y dos meses del desmantelamiento del cepo cambiario, se fugaron de nuestro país 14.346 millones de dólares, lo que representa alrededor del 2,4 % del PBI.

Con la publicación mensual de las estadísticas del Banco Central, quedó al descubierto que en febrero la formación de activos externos de libre disponibilidad alcanzó los 1.865 millones de dólares, incluyendo activos del sector privado colocados en el extranjero, tanto en depósitos o inversiones, de personas físicas como financieras, o que permanecen fuera del circuito económico.

1.727 millones de dólares fueron resultado de operaciones de personas físicas y jurídicas en el Mercado Unico y Libre de Cambios: es decir que "se compraron billetes por U$S 2.335 millones y se vendieron U$S 608 millones; los U$S 138 millones restantes se explican por la transferencia de divisas al exterior", explicó un informe de Tiempo Argentino.

Esta importante demanda de moneda extranjera provocó que el déficit de la cuenta capital y financiera del sector privado no financiero (SPNF) alcanzara los U$S 874 millones. Sin embargo, las inversiones del exterior -que mostraron un repunte y alcanzaron un récord para este año, con U$S 588 millones- no alcanzaron a equilibrar esa cuenta.

La suma fugada en febrero fue apenas inferior a los 1.945 millones de dólares que dejaron el mercado local en enero, mientras que solo en diciembre 2016 el ingreso neto de capitales fue de 2.015 millones, a causa de los contribuyentes que se anotaron en el blanqueo.

"El acumulado de 2016 fue de U$S 10.536 millones, cerca de la mitad del déficit fiscal de todo el año (alrededor de U$S 22.700 millones. La suma del primer bimestre de 2017 ya llega a U$S 3.810 millones", puntualizó el texto de Tiempo Argentino, con números del ministerio de Hacienda.

A partir del análisis de un informe del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, firmado por los economistas Eduardo Basualdo y Matías Kulfas, la fuga de capitales no es necesariamente fruto de operatorias ilegales y significa una severa restricción a la formación de capital y al desarrollo, además de configurar una señal de desconfianza para los inversores y de representar una maniobra para no tributar al fisco por la acumulación.

A falta de billetes, el Estado decidió en los últimos meses aumentar sostenidamente el endeudamiento. Apenas designado como ministro de Finanzas, Luis Caputo colocó bonos y tomó préstamos de bancos internacionales por U$S 13 mil millones con tasas variables que se terminarán de saldar recién en 2027.

“Los dólares del blanqueo se están yendo con la fuga de capitales. Se está tomando deuda no para invertir sino para viabilizar la fuga de divisas”, advirtió hace pocas semanas la extitular del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, siguiendo la línea planteada por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA).