Llegamos al bar y Almada ya nos está esperando. Hay café con leche humeante. De fondo suena una ópera en pleno Almagro. Tiene papeles sobre la mesa, un lápiz y ojos de haber estado leyendo mucho.

Marcos Almada es uno de esos escritores que constantemente está en el momento indicado, listo para escuchar una historia y siempre preparado para narrarla.  Esta habilidad o virtud se plasma en su última novela Lengua Muerta.

Es un texto con mística. Un escritor que da cuenta de un "mundillo literario" al que pertenece,  pero del que también reniega. Personajes que se suceden el uno al otro. Fragmentos de conversaciones que se mezclan con hojas de libros que alguna vez circularon. Micro mundos que estallan uno dentro del otro. Historias que tienen una introducción, apenas un nudo y carecen de desenlace.

Hay que advertir al lector que puede resultar frustrante al principio, eso de engancharse con una historia que no tiene final. Pero la lógica de la repetición que recorre Lengua muerta hace de la novela un reservorio de posibles viajes literarios. Hay vidas en esas lenguas que ya no hablan, que ya no escriben.

-Lengua muerta nos ofrece una especie de pantalla hipertextual. Está lo escrito que siempre deja lugar a una historia que se abre a otra historia casi infinitamente. ¿No te pasó de estar escribiendo y querer continuar una trama en particular? ¿De querer escaparte de la lógica narrativa de la novela?

-Sí, me pasó con todas las historias hasta que me di cuenta que la dinámica era que no había que continuar con las tramas. Tal vez en algún momento me decida a escribir alguno de los libros que aparecen en Lengua muerta. Aunque toda la novela me pareció un juego. Fue bastante lúdica la escritura. Me fui metiendo en historias hasta que un amigo me dijo que tenía que parar. Podría haber sido un rompecabezas infinito.

Estaba leyendo La literatura nazi en América de Roberto Bolaño y me sirvió de guía. Así nació esta idea de escribir pequeñas biografías de escritores que podían no tener freno. La tentación estaba con cada uno de los personajes. Cada uno era una potencial novela.

-El narrador;  que a su vez es escritor, recurre constantemente a giros poéticos para dar cuenta de lo que quiere contar. ¿Hay una razón para la utilización de ese recurso?

-No; no hay una razón. El personaje principal que es el narrador y cuyo nombre no se conoce se presenta a través de los otros a los que narra. Él es sufrido. Creo que hay giros poéticos porque el narrador es también un escritor. Y él quiere demostrar que lo es. Esta novela sería como la investigación que el narrador está haciendo sobre ese movimiento que él conoció. Es una especie de diario. Lo de los giros no sé, la idea era crear un personaje. El narrador mismo como personaje; me gusta trabajar con eso.

-Sos un asiduo participante de eventos literarios que hay en la ciudad. ¿Esas atmósferas te sirvieron para desarrollar un registro dentro de Lengua muerta?

-La idea de escribir la novela nació con el centro literario Pachamama dónde se puede ver el barro de la literatura, la poesía. De eso hice inmediatamente  un  parangón con toda la gente desaparecida. Y la novela ancla ahí. Si bien está presente la dictadura en la referencia a un pasado, es sutil. Todos los personajes murieron antes de los treinta años. Hay un puente trazado con lo que pasó en la dictadura militar. Pequeño. Pensé qué loco que no hubiesen sobrevivido esos escritores. Creé los personajes desde la envidia. Estoy dentro y afuera. Tiene que ver un poco con esta idea de "mundillo literario". Vas a la presentación de un libro donde hay veinte tipos, te escuchan, toman un vino, compran libros y charlan.

El narrador de Lengua muerta si  ve un mundillo, en el que él esta dentro pero al mismo tiempo lo ve como una enajenación. Hay mucha gente que no puede penetrar esta red de relaciones. Me parece que el narrador de Lengua muerta está en el displacer de estar en este lugar.

-¿Ibas armando cada historia de manera independiente y después las unías en la trama?

-No; escribí de corrido. Arranqué con la primera frase del libro y no paré. Empecé a hablar de estos cinco muchachos que forman un movimiento literario y después de la gente que está alrededor. Fue bastante fluido. Fui trabajando página a página. Me divertía esta especie de jueguito. Era a ver que personaje invento. No fui encastrando, el narrador no va contando su vida.

-Hacia el final de la novela, el personaje/narrador dice  "Un par de locos me marcaron a fuego, llagas que no se curan". ¿Qué personajes te marcaron a vos como escritor con ese fuego?

-Hay muchos escritores que me gustan y que me parecen que van a ser fundamentales de acá a veinte años. Tipos como (Rodolfo) Fogwill, (Osvaldo) Lamborghini ya lo son. Yo creo que hay varios Fogwills y Lamborghinis hoy. Falta la distancia. A mi me gustan mucho Hernán Ronsino y Gabriela Cabezón Cámara son dos escritores que van a marcar una etapa. Hay mucho para leer en las redes;  hay muy buenas críticas. Por ejemplo Gordo de Sebastián Kirzner. También me gustan mis amigos que escriben. Ahí no hay distanciamientos. A veces en los ciclos uno escucha escritores en su propia voz. Gente que está haciendo cosas interesantes. Un escritor que promete mucho por ejemplo es Agustín Montenegro. Me gusta mucho como escribe Gonzalo Gálvez Romano. Tiene un universo ficcional que a mi me atrae. Un autor que me gusta, que necesita darle vuelo a su trabajo es Patricio Eleisegui creo que en él hay un germen "lamborghiniano".

-¿Qué es lo próximo?

-Siempre estoy escribiendo algo. Ahora tengo una novela terminada Galgo. La historia de un malandrín. Que estuvo en la cárcel ocho años. Es una especie de delincuencial. Lengua muerta es novela pero podría ser otra cosa, no tiene el formato tradicional. Galgo si.

Además con Alto Pogo vamos a sacar Comic de Odiseo Sobico, una novela negra, que trabaja en dos planos: el real y los mambos del personaje con los comics de Batman. Va en la misma línea de Kriptonita de Leonardo Oyola. Y los cuentos de Carlos Virgilio que es carpintero, y una antología de cuentos que es Santos Paganos.

- Hablás de Alto Pogo, un nuevo sello editorial del que no sólo sos escritor sino también editor. ¿Cómo es ese rol?

-Es un rol que pienso más como "publicador" que como editor. Estoy aprendiendo a editar. A trabajar libros. Este año queremos sacar una nueva antología y cuentos. Hay estilos que busco. Voy aprendiendo de gente que labura en la edición. Uno puede ver cosas buenísímas y cagadas. Matias Reck es un gran editor cualitativa y cuantitativamente;  tiene muchos libros encima. Consulto mucho con Ana Ojeda del Octavo Loco. Y con escritores con los que voy hablando. Eso me va formando. Ver como los escritores escriben. No sólo corregir comas,  sino trabajar en conjunto. Yo leo con el lapicito. Hay cosas que me gusta subrayar. Es básicamente un laburo de lectura y escritura. Los textos hasta que se publican están todo el tiempo vivos. Después cuando se publican uno los mata para que nazcan en la lectura. Hay textos que uno tiene que matar, después viene la lectura de los otros.

Acerca de Marcos Almada: nació en Azul. Obtuvo el 4° premio en el concurso Cuentos Rioplateados, con el cuento "Embocadura rota". Publicó Deforme (Milena Caserola, 2011); 12 rounds (Lea). Participó de las antologías Cuentos Raros (Outsider), Libro Vivo (La Cría, el Asunto, Milena Caserola). Forma parte de la Exposición de la actual narrativa rioplatense (El 8vo Loco, Milena Caserola). Conduce Acá no es por FM la tribu.