En el primer poema de “Ensayo sobre las lágrimas” (17 grises, 2016),  Karen Garrote escribe: “Un recorrido que cartografíe los finales. Eso”. Y así inicia una geografía con contrato lector de posibles recuerdos y experiencias personales- como el papel picado de la niñez en un carnaval de Villa Rosas o “sábanas bordadas y las valijas llenas de cartas y libros”- donde la búsqueda de límites avanza con la cualidad suave del roce acuático “…pero con escamas.”

Con referencias a sus lecturas como “El libro de la almohada” de la escritora japonesa Sei Shonagon, enseñanzas de Buda o Nietzche, la autora-que se especializa en Filosofía oriental-trabaja con un lenguaje de contemplación sobre cuerpos que recorren historias y que inevitablemente van hacia un final aunque “…sin huesos no hay cuerpo.”

La escritora no solo establece marcas sobre los tiempos con recuerdos o premoniciones sino que también fragmenta y cuestiona imágenes y sensaciones con figuras más clásicas como el destino/títere, el deseo/abismo y otras más sugerentes como la imposibilidad de “…disfrazar lo frágil de lo frágil.”

Como en el caso de Garrote, los poemas de Rafael Puelma en “Fugas” (17 grises, 2016) también insisten en la necesidad del recuerdo para revisitar experiencias con una especie de tinte fenomenológico atravesado, aunque no por eso determinado, por sus viajes como diplomático.

Si Garrote se pregunta por los límites, incluido el lenguaje;  al iniciar la lectura de los textos de Puelma el lector puede inmediatamente quedar asaltado por la pregunta sobre los lazos entre un diario personal y una poesía antropológica. En el prólogo, Mario Ortíz establece una conexión con Walter Benjamin y el origen del relato en el viaje para remarcar esta emergencia del autor en una operación de traducción particular de lo vivenciado.

Los poemas de Puelma provocan fascinación no solo ante lo exótico de unos “verdosos cafetales” costarricenses o la sangre que mancha la mesa de unos novios en Quito mientras sus amigos bajan un cajón sino por la elección de postales de una intimidad que amplía su rango todo el tiempo. Desde lo ameno como recordarse “No debimos haber tomado tanto vino, /pensé con remordimiento.”, lo cotidiano como un jardinero en Yakarta que “… sabía predecir la lluvia mirando las hormigas”, la complicidad  de encontrarse a un escritor conocido y “Qué gran honor, pensé,/ y decidí no pedirle un autógrafo. “, hasta la intimidad de la tensión compartida en el poema “Finde” con la guerrilla esperando por una colaboración fusil en mano.

Con lecturas presentes, como la del poeta chileno Jorge Teillier, Puelma también hace gala de sus conocimientos de rituales, ceremonias o dioses egipcios. Pero es un conocimiento que está puesto al servicio del recorrido y no un alarde.

En el caso de los textos de Puelma, sería erróneo limitar la idea de “Fugas” a un escape necesariamente ligado a los viajes, por el contrario, el poeta no evade;  son fugas más cercanas a su significado musical, en una polifonía de observaciones y complicidades que permiten un disfrute de culturas, lugares y experiencias transformadas en una poesía que, como pocas, deleita. 

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Entre la anécdota, los límites, las lágrimas y el ritmo de la fuga

Editorial 17 grises