La prosa densa , y sin embargo, ligera,  en la que nos sumerge Tres novelas breves (Blatt & Ríos, 2016 ) tiene un movimiento constante: lento, suave pero incansablemente decidido. Algo que emparenta a estas obras, todas de diferentes etapas en la producción del autor, es un imaginario borroso: la frontera débil entre realidad y ficción se disuelve en la voz de quien narra. Esa frontera -por endeble que sea- sin embargo, permite el surgimiento de lo extraño y cautivante en el estilo narrativo de Adolfo Couve; estilo que se asemeja a ese “roncar de las olas” que el narrador niño registra, entre sus impresiones, al final de “Alamiro”, el primero de los relatos de esta recopilación del autor chileno.


Señalaba este pintor y narrador, nacido en Valparaíso en 1940, que no se equivocaba en la descripción de las cosas, porque el hecho de pintarlas le había enseñado a hacerlas. Probablemente su cualidad de artista plástico y literario le diera una seductora certeza a esta afirmación tan determinante. Pero este juicio no deja, por determinante, de ser ambivalente: las descripciones no son necesariamente exactas, no son la realidad en sí misma. Y el que no haya equivocación, no significa que haya verosimilitud. ¿En qué medida se puede, entonces, considerar “realista” a Couve, que (como Di Benedetto, como Saer) se vale de un efecto propiamente ominoso para volver extraño lo familiar, lo natural del mundo que se nos muestra? La descripción minuciosa, la trama cotidiana, la importancia del qué, cómo, cuándo y dónde, son una parte de la labor en la prosa del autor, eso está claro. Pero mucho más importante, si se trata de apelar a la realidad en su aspecto colectivo, es la “búsqueda del tema universal” como él mismo destacaba: el tema que habla de quien narra en sí, y también del resto del universo lector. Evidentemente, a Couve no le importaba retratar de manera mimética y estática; le interesaba crear realidad, como algo que se encastra naturalmente en el orden de las cosas del mundo.


Couve se encarga de mostrarnos una realidad como collage de imágenes yuxtapuestas, que recorren su particularidad (la pintura, Cartagena, los paisajes disímiles) dentro de la generalidad (las relaciones afectivas complejas, la juventud, la profesión) . Quizás esta sea la armazón que tienen en común las tres obras publicadas en este libro, recientemente editado por Blatt & Ríos. En el prólogo de la obra, es César Aira quien se encarga de destacar, entre esta yuxtaposición de motivos particulares y universales, un prevalecimiento de lo extraño; extraño que se destaca por su simpleza, y que transforma el concepto mismo de real. Couve es realista en tanto primero se apropia de la realidad para luego reformularla, y no en tanto se propone imitar mediante mera mecanización verosímil del mundo. 


Así, el realismo de Couve se acerca, enigmáticamente, a una búsqueda de fe, de “religiosidad surrealista” (como la que encontramos en el poeta bonaerense Viel Temperley), que lo emparenta mucho más con la poesía, y que lo separa de la tradición descriptivista francesa (flaubertiana, como invoca Aira en el prólogo), e incluso latinoamericana, de la narrativa.

“La descripción es lo que más me gusta en la vida. Es mi manera de rezar”. Hay un compromiso irrenunciable por que la realidad ingrese en el lenguaje y se diluya, mute, cambie de forma. En esto reside la particular fuerza de una prosa densa y ligera a la vez, donde la conmoción de Couve es por lo cotidiano: la conmoción por lo que no se nombra y pareciera haber formado parte siempre de la vida, como si fuera natural. La conmoción por lo que se registra, pero permanece oculto. Una búsqueda por la belleza constante y sistemática, casi obsesiva, y esa desazón de no encontrarla; o de tenerla por un segundo y que luego se escape es la huella de su impronta. El paisaje se construye lentamente a través de novelas de aprendizaje: “Alamiro”, “La lección de pintura” y “La comedia del arte” son tres obras que se emparentan en relatos dramáticos, de maduración progresiva; relatos que hablan de la niñez, del camino personal de la profesión, del amor y la vida, desde una profunda nostalgia hermética; vívida, aunque por momentos encriptada.


Quizás fuera ese desencanto nostálgico de la realidad el que lo llevara a quitarse la vida, en 1998. Sin embargo, la escuela que significó para su vida la pintura le enseñó a también transponer la vida en el lenguaje y darle forma autónoma. Estos relatos son una manera apropiada de sacar la cabeza fuera del agua y respirar. Y, entretanto, introducirse al universo de un autor tan llamativo como auténtico.

“Tres novelas breves”  con movimiento  lento, suave pero incansablemente decidido

Adolfo Couve
Tres novelas breves

Prólogo de César Aira

240 pp. // Blatt & Ríos - Colección Violeta

 Sobre el libro:

Este volumen incluye "Alamiro", "La lección de pintura" y "La comedia del arte", tres de las mejores piezas narrativas de Adolfo Couve. "Alamiro" es una novela de aprendizaje, fechada en 1965; está compuesta por una serie de escenas de infancia recuperadas por una voz adulta. "La lección de pintura" es de 1979, cuando ya Couve había abandonado la pintura, y narra el nacimiento de la vocación pictórica de un niño."La comedia del arte", de 1995, instala la narración en la ciudad balnearia de Cartagena, y es una historia de amor entre un pintor y su modelo.