Sin límites establecidos en los cargos bonaerenses, la vuelta de la democracia -en 1983- abrió la era de los 'barones del conurbano' en la provincia. Se trata de aquellos intendentes de origen peronista (con una única excepción) que por su capacidad de gestionar y organizar políticamente el territorio, hallaron la fórmula para perpetuarse en el cargo, algunos hasta casi 30 años. 

Este período llegará a su fin definitivo si se sanciona la ley que impide la reelección indefinida, que se aprobó en Diputados el jueves pasado. La reforma legislativa no surgió de manera espontánea, sino que responde a las derrotas sin precedentes que sufrieron los históricos jefes comunales en 2015. 

Uno de los pocos barones que no cayó en octubre pasado es Julio Pereyra. El intendente de Florencio Varela es el que está hace más tiempo al frente de un municipio. Cuando culmine su actual mandato -en 2019- alcanzará los 27 años ininterrumpidos. Está en el poder desde 1992 y ganó siete elecciones consecutivas. La ley le permitirá presentarse una vez más, aunque lo más probable es que su reinado no se prolongue.

Segundo en la lista por importancia se ubica Raúl Othacehé. El barón de Merlo gobernó con puño de hierro hasta que Gustavo Menéndez lo destronó el año pasado. Estuvo 25 años en el poder, durante los que fue reelecto cinco veces. La derrota del 'Vasco' simbolizó el fin de una era oscura para la política del conurbano.

Otro barón polémico, pero que sí sorteó el escollo en octubre, fue Alejandro Granados. El 'Sheriff' del sur, apodado así por haberse tiroteado con delincuentes, está al frente de Ezeiza desde 1995, desde la creación misma del municipio. Cuando Scioli lo llamó para ser ministro de Seguridad, dejó en el cargo de manera interina a su esposa, 'Dulce' Granados. En octubre volvió para retener el pago chico. La alternancia que no dieron las urnas, la dará la ley. Si llegara a presentarse una vez más en 2019 (la norma que se sancionó lo permite) y gana, podría batir el récord de permanencia con 28 años. Habrá que esperar. 

En una situación similar en términos de permanencia está Alberto Daniel Descalzo. El mandatario de Ituzaingó ganó en octubre y está al frente del distrito desde 1995. Antes, en 1989, fue intendente interino de Morón, previo a la división del municipio. El dirigente surgido del sindicato de Seguros, es de los pocos que dirigió dos municipios distintos.

Quien también llegó a la intendencia desde el estrato sindical es Hugo Omar Curto. El barón de Tres de Febrero cuenta en su palmarés con seis elecciones. Fue destronado por el macrista Diego Valenzuela el año pasado. La foto de ambos en el pintoresco despacho de Curto, repleto de adornos y reliquias invaluables para cualquier admirador de la política, graficó la inesperada derrota del peronismo a manos de la fuerza amarilla. 

Entre los que están desde el principio de los tiempos, se encuentra Jesús Cataldo Cariglino. A tal punto llegó su instalación en el poder, que llegó a construirse una habitación VIP con puerta secreta en el Palacio Municipal. Cayó derrotado por Leo Nardini.

Si bien se mueve como peronista, Gustavo Posse es el único barón que surgió del radicalismo. El camaleónico intendente de San Isidro gobierna desde 1999. Al finalizar este mandato llegará a 20 años al frente del distrito, pero su gobierno trae cola. Quien lo precedió fue su padre, Melchor Posse, quien llegó al poder en 1983. Es un caso paradigmático, ya que los Posse mantuvieron dinastía a lo largo todo el último período democrático. Y seguirán, al menos, hasta 2019, totalizando la sorprendente cifra de 36 años ininterrumpidos. 

Estos ejemplos son los más sonantes, pero cualquier repaso territorial permite ver que la permanencia en los cargos, aun con elecciones de por medio, ha sido una constante en todo el conurbano. Conscientes de lo que representa manejar los distritos más populosos del país, los barones del PJ se ufanaron por mucho tiempo de tener la 'llave electoral de la provincia'.

Cuando se sancione la ley, los jefes comunales, así como los concejales y los legisladores provinciales, soló podrán presentarse a una reelección. Si quieren probar suerte en el mismo cargo, deberán aguardar en el banco durante cuatro años. La limitación en los mandatos marcará un cambio en las reglas de juego de la política bonaerense. Aunque este cambio se verá del todo plasmado recién en ocho años.